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Jaime Izurieta Varea: Ciudades del futuro, problemas del pasado

Ciudades como Los Ángeles enfrentan caos urbano, mientras surgen modelos innovadores como Atlas y California Forever

La ciudad de Los Ángeles ha estado en las noticias de manera recurrente los últimos meses. La inoperante respuesta a devastadores incendios, el excesivo gasto con ínfimos resultados en programas sociales, las condiciones deplorables del sistema de transporte público, disturbios callejeros y demás. Los costos, legales, financieros y en tiempo para poder construir son absurdos, y las regulaciones a nivel local y estatal entierran cualquier iniciativa de desarrollo.

Los Ángeles no es un ejemplo aislado. Chicago, Baltimore, o St. Louis, otrora grandes motores del desarrollo de los Estados Unidos, en 2025 son incapaces de tapar baches y tienen resultados escolares dignos del tercer mundo.

La planificación centralizada y la sobrerregulación han puesto un freno al desarrollo urbano. De entre las cenizas de un siglo XX olvidable, nacen algunas iniciativas que apuestan por la tecnología, nuevos paradigmas de resolución de problemas urbanos, y un cambio radical del ‘statu quo’ de gobernanza.

Al momento existen alternativas interesantes: California Forever, una iniciativa de inversionistas de Silicon Valley; Atlas, una apuesta tecnológica edificada alrededor de un puerto espacial; y Esmeralda, enfocada en la sostenibilidad. 

Estas ciudades del futuro desmantelan los dogmas regulatorios actuales y plantean nuevos paradigmas de gobernanza, autónomos y eficientes, enfocados en proveer servicios de manera eficaz, sin empantanarse en bloqueos ideológicos o intelectuales.

La lucha por recuperar el esplendor de ciudades que vieron mejores días, como Quito o Guayaquil, es cuesta arriba. Las reformas legislativas, comerciales y urbanísticas necesarias requerirían un replanteo completo de los marcos regulatorios y comportamiento organizacional de los municipios.

La esperanza son las ciudades del futuro, como Esmeralda, Atlas, o California Forever, desarrolladas por iniciativa privada, con límites claros a la intervención de planificadores centrales, y con una clara apuesta por mercados abiertos y flexibilidad urbana.