La resaca

El año que terminó con tanta algarabía ha sido el más violento en la historia del Ecuador, con una tasa de homicidios de 25 por cada 100.000 habitantes, la más alta en la historia del país y una de las más altas de la región...
Terminó el año 2022. Un año de violencia, de inestabilidad política, de debilitamiento económico, de inseguridad jurídica, de vandalismo en las calles, de marchas indígenas y paralizaciones, de muertes en las cárceles y de amenazas de muertes cruzadas.
Como si hubiera sido un gran año, se cerró con bombos y platillos, se cerró de fiesta. Una fiesta interminable que se inició con el partido Ecuador-Catar, con un Mundial de fútbol que nos distrajo de nuestra realidad, fiesta que siguió con las Navidades y que no se detuvo hasta el Año Nuevo.
Ahora, luego de tanta celebración, sentimos los efectos de la resaca.
Empezamos a despertar en este 2023 solo para darnos cuenta de que tenemos los mismos problemas que dejamos el año anterior.
Los sicariatos se suceden en el corazón de la ciudad, matando a inocentes transeúntes. Los hospitales siguen sin medicinas. La corrupción atraviesa todos los estamentos de la administración pública. Los presos salen de las cárceles a cumplir condenas en libertad. La narcopolítica se hace presente más que nunca de cara a las elecciones de febrero próximo, a través del financiamiento del narcotráfico y la delincuencia organizada, a candidatos que postulan a gobiernos seccionales. La violencia envuelve y amenaza a toda la sociedad.
El año que terminó con tanta algarabía ha sido el año más violento en la historia del Ecuador, con una tasa de homicidios de 25 por cada 100.000 habitantes, siendo la tasa más alta en la historia del país y una de las más altas de la región, solo superada por Venezuela y Colombia.
Se cuentan 4.539 homicidios, lo que representa un incremento del 114 % con respecto al 2021 y siendo las provincias más afectadas: Guayas, Esmeraldas, Manabí y Los Ríos.
El año que inicia no se espera que sea mejor, contando desde ya con más de 20 asesinatos en su primera semana solo en Guayaquil, Durán y Samborondón.
Lo que motivaría esta escalada de violencia y muerte no es otra cosa que el narcotráfico y las disputas entre las distintas bandas delincuenciales por dominar zonas de microtráfico.
Por otro lado, entre fiesta y fiesta, el exvicepresidente, sobre quien pesan dos sentencias en firme de 6 y 8 años de prisión y órdenes de reparación por más de 34 millones de dólares en los casos Odebrecht y Sobornos, se encuentra “cumpliendo” su condena en libertad, a condición de no poder salir del país y de presentarse periódicamente ante un juez, esto gracias a la medida provisional dictada por un juez de Santo Domingo, mientras sus abogados buscan unificar las penas para así terminar de cumplir su condena en casa.
Y así, después de tanta fiesta, entramos al 2023 de cara a unas elecciones seccionales que resultan trascendentales para el futuro político del país. Elecciones donde las fuerzas políticas buscarán afianzar sus posiciones y donde el Gobierno procurará ganar una consulta que genera poca expectativa y que se convierte en una encuesta de aceptación.
El resultado de esta consulta puede afianzar su mandato o incrementar la inestabilidad política que vive el país.
Un Gobierno con el 80 % de rechazo pone en riesgo su resultado.