Premium

Gobiernos mejor preparados para desastres

Avatar del Columnista Invitado

Por desgracia, el carácter improvisado de la respuesta del RU llevó a que en algunos casos se otorgaran contratos a peces gordos y aprovechadores.

Para desazón de inmunólogos, virólogos y expertos sanitaristas, los gobiernos ya dan por aprendidas las enseñanzas de la COVID-19. Frente a una crisis mundial del costo de vida, se resisten a gastar grandes sumas en preparación contra pandemias. Pero hay enseñanzas fundamentales que se relacionan con el funcionamiento básico del sector público, e incluso países con presupuestos restringidos deberían tomar medidas básicas para mejorar sus capacidades de gestión de crisis. Medidas que también pueden ayudarlos en la preparación para el cambio climático y otras emergencias potenciales. La experiencia del Reino Unido ofrece indicios valiosos. Justo antes de la COVID-19, el RU ocupaba el segundo lugar en el Índice Mundial de Seguridad Sanitaria, que mide la capacidad de los países para detectar, prevenir y comunicar epidemias. En 2016, el gobierno británico hizo un simulacro de tres días para evaluar el impacto que tendría una pandemia de gripe, y creó un manual de gestión de riesgos para usar frente a brotes de enfermedades contagiosas. Aún así tuvo demasiadas dificultades para controlar la COVID-19. Es probable que la causa de ese desorden en la respuesta del país a la pandemia no haya sido falta de preparación sino disfuncionalidad en el sistema político. Hubo países que lograron una coordinación efectiva entre los diversos niveles de gobierno durante la pandemia. Pero en el RU la pandemia tensionó la relación entre el gobierno británico y las administraciones autónomas de Escocia, Gales e Irlanda del Norte. La respuesta unificada del RU a la pandemia se deshizo el 10 de mayo de 2020, cuando el entonces primer ministro Boris Johnson flexibilizó las medidas de confinamiento; los otros gobiernos se opusieron con vehemencia a la decisión. La preparación para pandemias demanda diálogo, toma conjunta de decisiones y compartir información y recursos, sobre todo entre gobiernos controlados por diferentes partidos políticos. La preparación para emergencias futuras demanda invertir en capacidades de recolección de datos y personal de gestión de crisis en el nivel local; restituir la financiación a los gobiernos locales para dar margen de acción suficiente a las municipalidades y administraciones regionales. Otra enseñanza crucial para fortalecer las capacidades públicas de gestión de crisis es que las autoridades deben cultivar relaciones duraderas con el sector privado que les permitan aprovechar su poder y alcance. Hubo gobiernos que en la pandemia trabajaron con las empresas para planificar e implementar protocolos laborales, diseñar programas de apoyo a los empresarios, garantizar la eficacia de los procesos de compra pública e invertir en recursos de diagnóstico y seguimiento y en desarrollo y adquisición de nuevas vacunas. En 2021 un grupo de líderes empresariales presentó una serie de recomendaciones para el éxito de las alianzas público-privadas: que haya un compromiso real y duradero del gobierno con la acción y la colaboración con el sector privado; que al momento de ofrecer lugares a los actores privados se anteponga el mérito a las relaciones históricas; y que a los participantes los mueva el deseo de aportar experiencia real y no solamente de hacer ‘lobby’. Estas recomendaciones son válidas para cualquier gobierno que quiera una colaboración significativa con las empresas. En las próximas décadas, el cambio climático generará desastres, pandemias, olas migratorias y conflictos violentos que llevarán las capacidades públicas al límite. Para desarrollar mecanismos de gestión de crisis capaces de soportar los embates del futuro, es necesario que los gobiernos nacionales aprendan las enseñanzas de la pandemia, sobre todo en lo referido a la necesidad de crear relaciones duraderas y basadas en la confianza con las autoridades subnacionales y los líderes empresariales locales.