El cambio climático nos está enfermando

El mundo está lejos de cumplir con el objetivo establecido en el acuerdo climático de París de 2015...; tal vez estemos encaminados hacia un ascenso de la temperatura de 2,8°C para fines de siglo.
Un día antes de que comenzara la última Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), un grupo de expertos globales convocados por The Lancet publicó un informe sobre los efectos adversos del cambio climático para la salud. Su conclusión fue tan estremecedora como evidente: la salud humana está a merced de los combustibles fósiles. Desafortunadamente, la salud no se movió del final de la lista de prioridades en la COP27. Se llevaron a cabo varias conversaciones importantes centradas en la salud en el pabellón lateral de la OMS, dada el alza actual del COVID-19, pero más allá de una mención fugaz en el preámbulo, la declaración de la COP27 no hace ninguna mención sustancial al nexo clima-salud. Es una omisión asombrosa. La conexión es profunda y multifacética. Las temperaturas en ascenso y las inundaciones sin precedentes han estimulado la propagación de mosquitos -portadores de dengue, malaria y zika- mucho más allá de sus áreas de reproducción tradicionales. Si no se hace nada, el zika amenazará a otras 1.300 millones de personas para 2050 y el dengue afectará a 60 % de la población mundial para 2080. La migración motivada por el clima y la reducción de hábitats animales aumentan el riesgo de que virus y bacterias salten de los animales huéspedes a seres humanos -como probablemente sucedió con el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19-. Esto hace que otra pandemia sea cada vez más probable. El calentamiento global también está empeorando la contaminación ambiental y enfermedades crónicas no transmisibles como asma y enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Arvind Kumar, que fundó la Fundación de Atención Pulmonar en Nueva Delhi, lamenta que prácticamente todos en India tengan el perfil sanitario de un fumador a consecuencia de la contaminación ambiental. La gente más afectada por estas cuestiones sanitarias relacionadas con el clima muchas veces es la que menos hizo para provocarlas. Afortunadamente, las lecciones clave de la respuesta a la pandemia pueden ayudarnos a enfrentar los desafíos sanitarios del cambio climático. Necesitamos revolucionar la recopilación y análisis de datos. Los sistemas globales para capturar y compartir datos relevantes avanzaron significativamente durante la pandemia, pero aún estamos usando solo un pequeño porcentaje de la información generada y los datos tienden a dividirse en silos. Para obtener un panorama más completo de los efectos del cambio climático en salud debemos integrar datos clínicos, epidemiológicos y genómicos de los sistemas de salud con diversos datos no sanitarios, como patrones climáticos, control de aguas residuales, comportamiento de los consumidores y redes sociales y movilidad. Las nuevas plataformas de fuente abierta son un paso importante en la dirección correcta. Otra lección de la pandemia: para no caer nuevamente en el ciclo de pánico y negligencia, cualquier agenda de resiliencia exige un financiamiento sustentable; a posteriori no se ha canalizado inversión suficiente hacia prevención y preparación para una pandemia, y las intervenciones para afrontar la crisis climática siguen siendo exiguas. Los líderes mundiales deberían respaldar la Agenda Bridgetown, que aspira a reformar las finanzas globales, asegurándose de que respalde la acción climática y la prevención de pandemias. También deberían aprovechar cada oportunidad de conectar el clima con las cuestiones de salud en foros internacionales, incluso en la Conferencia de NN. UU. sobre Biodiversidad en Montreal. Una lección crítica final de la pandemia es que una respuesta efectiva depende de la confianza y el compromiso de la comunidad. Clima y salud son parte de la misma conversación. Se deben enfrentar juntos.