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La diplomacia transaccional no puede llevar paz a Ucrania

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Muchos ucranianos temen adentrarse en el invierno más crudo desde el inicio de la invasión a gran escala

El mundo contiene la respiración mientras se intensifican los esfuerzos diplomáticos para poner fin a la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. Aunque necesarios, estos intentos conllevan serios riesgos. La prisa por lograr un acuerdo alimenta el temor de que la ‘paz’ resultante sea vacía, injusta e insostenible. Los recientes ataques rusos a gran escala contra Kiev y otras ciudades subrayan la urgencia del momento y confirman un patrón de escalada. Las bajas civiles ucranianas han aumentado en 2025 respecto a 2024, y los ataques contra la infraestructura energética han provocado apagones generalizados. 

Muchos temen enfrentar el invierno más duro desde el inicio de la invasión a gran escala. Detrás de las cifras hay un sufrimiento inmenso. Unos seis millones de personas -incluidos 1,6 millones de niños- viven en el 20% del territorio ucraniano bajo ocupación temporal rusa, donde padecen abusos, pérdida de identidad cultural y degradación de su dignidad. Además, 3,7 millones han sido desplazados internamente y 6,9 millones han huido al extranjero. Estos desplazamientos los mayores en Europa desde la II Guerra Mundial- han fracturado familias y aumentado la pobreza. Esta devastación demuestra que los derechos humanos son esenciales no solo para definir una futura paz, sino para salvar vidas hoy. 

Detener los combates y garantizar ayuda humanitaria deben ser prioridades absolutas. Sin embargo, los esfuerzos diplomáticos recientes han sido principalmente transaccionales, centrados en territorio, recursos y capacidad militar, mientras ignoran a millones de personas afectadas. Para los ucranianos, los criterios de paz son claros. Cualquier acuerdo debe poner fin a la guerra de forma definitiva, no simplemente pausar el conflicto, y debe garantizar su seguridad presente y futura. Una paz que ignore al pueblo es una invitación a nuevas agresiones. Las propuestas que limiten la capacidad defensiva de Ucrania o legitimen conquistas territoriales ilegales instaurarían un orden basado en la fuerza. Conceder amnistía al agresor sería una afrenta a la decencia humana y a los principios que han sostenido el orden internacional desde 1945. Lo que se acuerde en Ucrania sentará un precedente para el futuro del derecho internacional, en especial cuando el sistema global atraviesa una fuerte presión y disminuye la voluntad de defender los derechos humanos. Además, una paz transaccional es impracticable. 

Sin justicia, no podrá sostenerse. El proceso debe basarse en el marco internacional de derechos humanos. Una paz centrada en las personas requiere tres principios fundamentales. Primero: la justicia no es negociable. Deben garantizarse la rendición de cuentas por crímenes internacionales y reparaciones justas para todas las víctimas desde 2014. Segundo: protección activa de los más vulnerables, incluidos refugiados, desplazados internos, desaparecidos, prisioneros de guerra, detenidos civiles, niños secuestrados y quienes viven en territorios ocupados. Tercero: inclusión. El proceso debe incorporar a organizaciones internacionales, sociedad civil y brindar un papel significativo a las mujeres, conforme a la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU. Para contrarrestar la agresión rusa y asegurar la estabilidad de Ucrania, debemos defender con firmeza los valores atacados. Una paz justa debe basarse derechos humanos o no resolverá nada. El objetivo no es detener la guerra y garantizar un futuro en que se respeten plenamente los derechos y la dignidad de los ucranianos.