Zaki Laïdi | Trump quiere hacer a Europa blanca otra vez
Para Trump, el orden transatlántico exige que Europa cumpla tres condiciones fundamentales
Desde su regreso a la Casa Blanca, ha sido difícil discernir la visión de Donald Trump para el mundo, especialmente para Europa, entre sus bravatas e incoherencias. Sin embargo, su nueva estrategia de seguridad nacional aclara los principios que guían su política exterior.
El documento traza un marco nacionalista y nativista, rompiendo con el multilateralismo que caracterizó la política estadounidense desde 1945. Queda claro que Trump solo apoyará a Europa si esta adopta su ideología ‘MAGA’ o su versión europea: ‘hacer a Europa blanca otra vez’. Lo que antes definía el liderazgo estadounidense -universalismo ideológico- ha sido reemplazado por una postura provincial. Según Pete Hegseth, el Pentágono ya no se distraerá con “la construcción de democracias, intervencionismo, guerras indefinidas, cambio de régimen, cambio climático o agendas woke”.
Muchos gobiernos del sur global y adversarios de EE. UU., como Rusia, han recibido favorablemente este cambio. Para Trump, el orden transatlántico exige que Europa cumpla tres condiciones fundamentales.
Primero, desarmar marcos regulatorios que, según él, limitan la libertad de expresión y afectan intereses estadounidenses. Esto incluye críticas a sanciones europeas contra gigantes tecnológicos como Google, Apple, Facebook, Amazon y X (antes Twitter), que en realidad buscan proteger consumidores y transparencia. Trump y sus aliados presentan estas medidas como censura, siguiendo la narrativa de Elon Musk.
La segunda condición es revisar políticas de inmigración y asilo, vistas como amenaza para la “civilización occidental”. Partidos de extrema derecha europeos acogieron esta postura; Éric Zemmour calificó a Trump como defensor de la civilización europea.
La tercera condición es que Europa deje de dar por sentada la protección militar estadounidense. Según Christopher Landau, los países europeos utilizan la OTAN para seguridad mientras la UE actúa en contra de intereses estadounidenses mediante censura, políticas climáticas extremas y cooperación con regímenes autoritarios. La estrategia incluso advierte que en unas décadas algunos miembros de la OTAN ‘se volverán mayoritariamente no europeos’, reflejando la visión de Trump de una Europa amenazada por la inmigración.
Este enfoque evidencia un profundo malentendido sobre Europa y revela un abismo cultural y político creciente entre ambos continentes. En cuanto a Ucrania, la estrategia indica que EE. UU. no será un aliado activo, sino un mediador entre Europa y Rusia, buscando “restablecer condiciones de estabilidad estratégica” y “mitigar riesgos de conflicto”.
La lectura integral de la estrategia debería alertar a los líderes europeos: la era de la protección automática ha terminado. Como advirtió Charles de Gaulle, Europa no puede depender de Estados Unidos indefinidamente. Para garantizar su supervivencia, el continente debe despertar de su letargo geopolítico y recuperar control sobre su destino, construyendo una política exterior y de seguridad propia.
En síntesis, la nueva estrategia de seguridad de Trump revela que su política exterior es un proyecto ideológico centrado en el nacionalismo, con expectativas concretas sobre Europa: alinearse con su visión de civilización occidental y asumir riesgos sin reciprocidad. Europa enfrenta así un desafío estratégico sin precedentes: redefinir su papel en un mundo donde la solidaridad transatlántica ya no es garantizada.