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QAnon: conspiraciones teóricas

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"Es casi como si el ser humano, por segunda vez en la historia de la humanidad, hubiera descubierto el fuego. Ese fuego que alumbra pero que también quema"

En diciembre de 2016 en una pizzería en Washington DC, a plena luz del día, un individuo armado con un rifle de asalto empezó a disparar porque iba a liberar a varios niños sometidos a una red de tráfico de infantes, que supuestamente tenían secuestrados los dueños en el sótano. La información que tenía el agresor era, desde luego, falsa. Provenía de grupos extremos que decían haberla obtenido decodificando los e-mails robados a la campaña de Hillary Clinton. Por suerte no hubo heridos y el sujeto se rindió cuando vio que no había niños que rescatar. El incidente se conoció como ‘Pizzagate’.

Ese fue el antecedente para que en el 2017, en un foro popular de internet llamado ‘4chan’ (en el que pueden dejarse mensajes anónimos) un usuario conocido como ‘Q’ -quien decía tener información clasificada del gobierno de EE. UU. con plena autorización para ello- sembró las bases para que naciera la teoría conspirativa ‘QAnon’, la que alega que existe una red de pedófilos caníbales, adoradores de Satán, que maneja el tráfico sexual de niños a nivel internacional y que está conspirando en contra del presidente Trump; quien, mesiánico salvador de todos, llevará a los indignos a un ajuste de cuentas que terminará en el encarcelamiento de varios políticos y periodistas.

La desconfianza en los gobiernos o en el ‘establishment’ no es nueva, ni es exclusiva de la era del punto-com; pero sí es exacerbada por la existencia de las redes sociales que, facilitando el trabajo de los que ven fantasmas en todas partes, pueden terminar siendo lumbre para pólvora; como claramente ha quedado demostrado con los acontecimientos en Connecticut, Oregón, San Bernardino, Orlando, Las Vegas o París.

El problema está en la existencia de un ecosistema mediático alterno, radicado en esas redes sociales (y movido por quienes quieren esparcir ideologías o simplemente hacer dinero) que vuelve extremadamente fácil propagar estos rumores o teorías.

La profesora de la Universidad de Washington, Kate Starbird, sostiene que este fenómeno se da porque nos resulta más fácil (y más cómodo, diría yo) aceptar una ‘teoría de conspiración’ en la que alguien maneja los hilos de la realidad... porque la realidad es mucho más caótica y azarosa; y a veces es muy difícil asumirla. El problema surge cuando a partir de ese proceso natural hay personas que intencionada y expresamente diseñan e introducen a la discusión un discurso específico en beneficio propio, lo que lleva a que el afán de buscarle sentido a algo quede secuestrado por esas personas que (por dinero o ideología) prefieren tener esa otra conversación.

Dar retuit es fácil: clic y se acabó. Pero las secuelas de algo tan efímero como ese clic pueden ser devastadoras. Decimos o repetimos lo que nos parece adecuado, pero casi siempre sin pensar en las consecuencias. Hoy las redes sociales representan el foro ideal para la búsqueda de validación de sus usuarios: ‘likes’, retuits, ‘shares’, ‘reposts’, comentarios, seguidores y menciones, se han convertido en la moneda de cambio.

Estamos entrando en una nueva era, empezando recién a ver las ventajas y las otras consecuencias... es casi como si el ser humano, por segunda vez en la historia de la humanidad, hubiera descubierto el fuego. Ese fuego que alumbra pero que también quema.