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Cómo proteger la soberanía de Ucrania

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Nunca hubo tanta inseguridad en Europa y el mundo como cuando fuerzas estadounidenses y soviéticas estuvieron frente a frente a corta distancia: en Berlín en 1961 y en Cuba en 1962

Los amigos de Ucrania en Occidente aseguran que protegen al país cuando defienden su derecho de unirse a la OTAN. Pero es todo lo contrario. Con la defensa de un derecho teórico ponen en riesgo la seguridad de Ucrania al aumentar la probabilidad de una invasión rusa. La independencia de Ucrania se puede defender mucho mejor llegando a un acuerdo diplomático con Rusia que garantice la soberanía de Ucrania como país no perteneciente a la OTAN, a la manera de Austria, Finlandia y Suecia (miembros de la Unión Europea pero no de la OTAN). Rusia aceptará retirar sus tropas de Ucrania oriental y desmovilizar las que tiene desplegadas cerca de la frontera con Ucrania; y la OTAN renunciará a incorporar a Ucrania, con la condición de que Rusia respete su soberanía y de que Ucrania respete los intereses de seguridad rusos. Un acuerdo de esta naturaleza es posible, ya que conviene a ambas partes. Quienes defienden el ingreso de Ucrania a la OTAN consideran que dicho acuerdo sería ingenuo: en 2014 Rusia invadió Ucrania y anexó Crimea, y que la crisis actual surgió porque Rusia reunió más de cien mil soldados en la frontera con Ucrania y amenaza con una nueva invasión. El Kremlin violó los términos del Memorándum de Budapest (1994), por el que Rusia prometió respetar la independencia de Ucrania y su soberanía (con inclusión de Crimea) a cambio de que Ucrania entregara el inmenso arsenal nuclear que heredó tras el derrumbe de la Unión Soviética. Aun así, es posible que Rusia acepte y respete una Ucrania neutral. Mas nunca hubo una oferta en la que Ucrania obtuviera esa condición. En 2008, Estados Unidos propuso invitar a Ucrania (y Georgia) a la OTAN, y esa sugerencia se ha cernido desde entonces sobre la región. La Guerra Fría se caracterizó por una serie de guerras por intermediarios en los niveles local y regional a través de las cuales EE. UU. y la URSS determinaban cuál de los dos instalaría un régimen favorable. Desde 1992, la mayoría de las guerras de cambio de régimen las lideró o apoyó EE. UU., que se convenció de ser la única superpotencia tras la caída de la URSS. Claro que Rusia también ejecutó operaciones de cambio de régimen. Pero la mutua animosidad y desconfianza entre Rusia y Occidente viene de muy lejos. Con altura política de ambas partes, esta animosidad histórica se hubiera podido aplacar tras la desaparición de la URSS. Hubo una oportunidad en la primera mitad de los 90, pero se desaprovechó, y en esto tuvo un papel el inicio de la ampliación de la OTAN. Ya ninguna de las dos partes puede proclamarse inocente. En vez de intentar presentar a uno de los lados como el bueno y al otro como el malo, tenemos que concentrarnos en lo que hay que hacer para que haya seguridad para ambas partes y para el mundo. La historia sugiere que es mejor mantener una separación geográfica entre las fuerzas rusas y las de la OTAN. En las angustiosas circunstancias en las que el mundo estuvo en riesgo, la construcción del Muro de Berlín obró como estabilizador. Hoy nuestra principal preocupación debe ser la soberanía de Ucrania y la paz en Europa y el mundo, no la presencia de la OTAN en Ucrania (y menos alzar otro muro). Ucrania estará mucho más segura si la OTAN detiene su expansión hacia el este a cambio de que Rusia se retire del este de Ucrania y desmovilice fuerzas en la frontera. Hay necesidad urgente de una diplomacia que siga estos lineamientos, con participación de la UE y NN. UU.