Columnas

Latas de atún y botellas de agua

"Lamentablemente, la búsqueda de vida extraterrestre ha sido vista de un tiempo acá como no seria, o incluso como cómica; y eso es precisamente contra lo que Loeb quiere pelear"

A fines de 2017, científicos en un observatorio hawaiano encontraron un objeto atravesando nuestro sistema solar interior. Se movía tan rápido que solo podría haber venido de otra estrella. Avi Loeb, profesor de ciencias y astrónomo principal de la Universidad de Harvard, que también dirige el Instituto de Teoría y Computación, estudió el objeto y concluyó que no era un asteroide. Ya nadie (ni la NASA) duda que es el primer objeto interestelar que visita nuestro sistema solar; pero Loeb estremeció a la comunidad científica cuando aseveró que al moverse tan rápido a lo largo de una órbita extraña sin dejar rastro de gas o escombros a su paso, y por la forma que tenía, la única explicación concebible era que el objeto era una pieza de tecnología avanzada creada por una civilización alienígena distante (incluso parte de una vela solar). Nadie ha podido probarlo, pero tampoco demostrar lo contrario.

Al objeto lo llamaron ‘Oumuamua’, que en hawaiano significa “un mensajero de lejos que llega primero”. Y Loeb, en su nuevo libro Extraterrestre: la humanidad ante el primer signo de vida inteligente más allá de la tierra, explica en detalle su teoría.

Dejando a un lado la paradoja de Fermi (la aparente contradicción que hay entre las estimaciones que afirman que hay una alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo observable y la ausencia de evidencia de dichas civilizaciones), la ecuación de Drake (fórmula para estimar la cantidad de civilizaciones en nuestra galaxia susceptibles de poseer emisiones de radio detectables) y la Escala de Kardashov (método para medir el grado de evolución tecnológica de una civilización), la simpleza en el análisis de Loeb es aplastante: la cuarta parte de todas las estrellas -todas- contienen un planeta del tamaño y superficie de la tierra... sería arrogante pensar que estamos solos. (Y ese análisis aplasta... sin entrar siquiera a hablar de los casi 5.000 exoplanetas descubiertos desde 1995 en los que la posibilidad de la existencia de vida sea mucho mayor).

Lamentablemente, la búsqueda de vida extraterrestre ha sido vista de un tiempo acá como no seria, o incluso como cómica; y eso es precisamente contra lo que Loeb quiere pelear.

NASA, en su más reciente misión a Marte acaba de plantar en el planeta rojo (que no es tan rojo) su vehículo de exploración ‘Perseverance’, precisamente con el afán de encontrar allí señales de vida (presente o pasada). La zona de aterrizaje era, hace 3.500 millones de años, un inmenso lago. Marte era entonces un planeta azul como la Tierra y se sabe que allí también se dieron las condiciones básicas para que surgiese la vida.

Quizá una de las preguntas más trascendentales de la historia de la humanidad pueda ser contestada (al menos en parte) en un futuro no muy lejano... y todo cambiaría para siempre.

Según Arthur C. Clarke, uno de los más grandes autores de ciencia ficción, “existen solo dos posibilidades: que estemos solos en el universo o que no lo estemos. Ambas son igual de terroríficas”.

Y según Calvin, del cómic Calvin y Hobbes, la señal más evidente de que existe vida inteligente en alguna otra parte del universo, es precisamente que nunca nadie ha tratado de contactarnos.