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Hay que prepararse para una guerra larga

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La gente de Corea, Vietnam, Guatemala, Afganistán, Angola y muchos otros lugares puede dar testimonio de los horrores de guerras por intermediarios que se prolongan por años o incluso décadas, bañando en sangre a los países afectados, paralizando sus economías y dejando sin un futuro a las generaciones jóvenes’.

Un fantasma nuclear recorre Europa. La semana pasada, el presidente ruso Vladímir Putin ordenó la movilización de 300.000 reservistas y anunció que usará “todos los medios disponibles” para defender a Rusia, a lo que añadió: “no es una fanfarronada”. Una veterana figura de la política europea me hizo notar que este coqueteo con el abismo nuclear es una invitación a desempolvar viejos volúmenes sobre la Guerra Fría. Es verdad que en medio de la euforia que siguió a las últimas victorias ucranianas, algunos comentaristas muestran un cauto optimismo respecto de que Ucrania pueda ganar la guerra en la primera mitad del año entrante. Pero las últimas acciones de Putin hacen pensar que Rusia se está preparando para una larga guerra de desgaste. Además de subir el tono de sus amenazas, también redujo dos importantes asimetrías que habían caracterizado al conflicto hasta ahora: la divergencia entre la «operación especial» de Rusia y la respuesta unida de toda la sociedad ucraniana (puede que desplegar 300.000 soldados más no baste para conquistar Kiev o para ocupar Ucrania, pero mantendrá a Rusia en juego); y la asimetría en el nivel del apoyo internacional. Ucrania habría desaparecido del mapa hace muchos meses si no hubiera recibido miles de millones de dólares en equipamiento militar, apoyo de inteligencia y ayuda económica de Europa y Estados Unidos. A Rusia, en cambio, le costó mucho conseguir apoyo externo significativo. Pero en la reciente Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, Putin se puso al día con otros asistentes, como los presidentes de China, Xi Jinping; de Turquía, Recep Tayyip Erdogan; de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko,; y de Irán, Ebrahim Raisi. Pekín ve la situación en Ucrania como una “guerra por intermediarios” en el contexto de su incipiente guerra fría con EE. UU. Europa puede soportar una guerra prolongada si adopta un plan integral para proveer a Ucrania tres elementos clave: equipamiento militar, garantías de seguridad y apoyo económico. Para aceptar un acuerdo que ponga fin a la guerra, Ucrania necesitará garantías de seguridad a largo plazo creíbles y el apoyo económico debe incluir costos de reconstrucción del país, de su preparación para la integración con la UE y las necesidades continuas del Estado ucraniano en el día a día. El mayor desafío será mantener el apoyo político y la solidaridad de Europa conforme sigan creciendo los costos de una larga guerra. Esto supera el monto del plan de recuperación pospandemia de la UE, que ya se consideró revolucionario siendo para todos los Estados miembros. Obtener el mismo nivel de apoyo para un único Estado extrabloque demandará una hazaña de liderazgo político heroica. El invierno traerá un aumento de la factura energética y del costo de alojamiento de refugiados ucranianos. Ya han caído gobiernos en Italia y Bulgaria, y se percibe un avance de la ultraderecha en el contexto de una nueva oleada populista. La dirigencia europea tendrá que preparar a sus poblaciones para una guerra larga y continuar al mismo tiempo la búsqueda de soluciones. Sin dejar de demostrar su compromiso duradero con la lucha ucraniana, debe estructurar apoyo en modos que mantengan abierta la puerta a un eventual acuerdo. Uno de los peores escenarios imaginables sería una guerra por intermediarios interminable.