Premium

¿En efectivo o con tarjeta?

Avatar del Columna Internacional

En épocas de angustia, la población se aferra al efectivo. Hoy, la elevada posición en efectivo podría deberse a otras causas’.

En el año 2001 el Producto Interno Bruto (PIB) ecuatoriano fue de USD 25 mil millones. Por esa época la población decidía mantener prácticamente la misma cantidad en efectivo en sus bolsillos, que aquellos USD 1.426 millones depositados en sus cuentas corrientes. Para ser exactos, 106 dólares en efectivo en poder del público por cada 100 mantenidos en el banco para girar sus cheques. La cantidad de dinero en la economía, tanto lo mantenido en efectivo como todo tipo de depósitos en el sistema financiero sumaban USD 6 mil millones. La liquidez total de la economía (efectivo, cuenta corriente, ahorros y a plazo) representaba una cuarta parte del PIB.

Con el paso del tiempo y las aguas, luego de 20 años, las cifras han cambiado drásticamente. El PIB se multiplicó por 4, los saldos de cuenta corriente por 8, el dinero en efectivo en poder del público por 12, igual que los depósitos de ahorro y a plazo. Aquella Liquidez total de la economía pasó de los USD 6,000 millones del 2001 a USD 70 mil millones en 2021. Se multiplicó por algo más de 11 en 20 años.

En la actualidad, por cada 100 dólares mantenidos en cuenta corriente, la población prefiere mantener en efectivo la suma de USD 160. Esta proporción luce elevada y mucho más si se compara con la preferencia de liquidez que en promedio, para los años 2010 al 2013, se ubicó en 80 por cada 100 mantenidos en banco. En épocas de angustia, la población se aferra al efectivo. Hoy, la elevada posición en efectivo podría deberse a otras causas.

De acuerdo a estimaciones del Banco Central del Ecuador, en la actualidad circulan USD 18.684 millones en dinero en efectivo en la economía, mientras que los depósitos en cuenta corriente son apenas USD 11.486 millones. Es evidente que la población prefiere mantener una buena proporción de liquidez fuera del “radar” del sistema financiero. Seguramente cuando van a hacer sus compras, ante la pregunta de rigor: ¿en efectivo o con tarjeta?, la respuesta “en efectivo” es la mayoritariamente escuchada. Intuitivamente se obtendría un “no” como respuesta ante la pregunta: ¿necesita factura?

Desde el 2001, al efectivo en circulación le tomó 12 años pasar del 6 % al 8 % del PIB. Desde el 2007 al 2013 el precio del crudo tuvo un gran repunte, excepto en 2009 por la crisis bancaria americana. En los siguientes 4 años, del 2014 a 2017, esa relación entre efectivo y tamaño de la economía llegó al 14 % y coincide con buenos años de precio del crudo en 2014 y un gran incremento de endeudamiento público. En el 2021 representó el 18 % del PIB, ya sin el empuje del precio del crudo, con una crisis sanitaria, y una deuda pública que siguió creciendo año tras año.

Esa enorme cantidad de efectivo en las calles, por momentos transportándose en motocicleta, no alcanza a ser atraída al sistema financiero para que pueda multiplicarse a partir de nuevos depósitos que sirvan para hacer crecer el crédito. Da la sensación de que estamos en una zona de confort. Que como estamos, estamos bien, que como no hay demanda de crédito no es necesario captar una porción de esa cantidad de dinero en efectivo que circula en la economía lejos de la formalidad y como tal impide un mayor control sobre la procedencia de dichos recursos y quizás hasta una mejor recaudación fiscal.