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Yanis Varoufakis | Cuidado con la historia de éxito griega

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¿Por qué permitir que la realidad sombría de la mayoría de la población griega se interponga en su euforia?

Estoy seguro de que han oído hablar de la extraordinaria transformación de Grecia, pero este artículo no trata de ella. Va dirigido a los europeos que podrían padecer lo mismo si los convencen de imitar su ‘historia de éxito’. Hoy Grecia es el nuevo El Dorado para los hombres de dinero. Compran hipotecas morosas al 5 % de su valor, desahucian a familias, venden los inmuebles al 50 % y multiplican sus beneficios por 10. Luego reinvierten parte en bonos públicos griegos, aprovechando el respaldo del Banco Central Europeo, que garantiza rendimientos seguros frente a los bonos alemanes. Las grandes empresas europeas también se benefician. Con dinero prestado por bancos griegos -recapitalizados con préstamos de otros contribuyentes europeos- una empresa estatal alemana compró 14 aeropuertos rentables (como los de Mikonos y Santorini), los renovó con fondos europeos y hoy repatria enormes beneficios a Alemania vía Luxemburgo. Mientras, una nueva burbuja de deuda impulsa el crecimiento griego por encima del promedio de la UE, llevando al país de vuelta a la inanidad de mediados de los 2000, cuando la prensa celebraba su entrada al ‘núcleo duro’ europeo. Para quienes hacen dinero con dinero sin crear valor real, Grecia es ideal. ¿Por qué dejar que la sombría realidad de la mayoría de la población empañe su euforia? Aunque el ingreso nacional en euros es casi igual al de 2009, el ingreso real disponible ha caído 41 % y los salarios reales 30 %. Las deudas de los ciudadanos con el Estado pasaron del 21,5 % del PIB en 2009 al 49,2 % actual; la electricidad subió 85% desde su privatización y los alquileres 93%. Otros indicadores reflejan un panorama igual de preocupante. Los nacimientos cayeron de 118.000 en 2009 a menos de 63.000 en 2024, y Grecia cayó 53 puestos en el Índice Mundial de Libertad de Prensa. Para los financistas estas cifras son ruido en torno a una hermosa rentabilidad. Este artículo es una advertencia para mis amigos alemanes. Tras la introducción del euro en 1999, los mercados apostaron por un crecimiento griego impulsado por deuda en una economía ya desindustrializada. Los altos rendimientos iniciales atrajeron capital global y otorgaron calificaciones triple A a su deuda. Luego llegó el ajuste, convertido en tragedia en 2008 con la crisis de las hipotecas. Pasemos ahora a Alemania. Tras una década sin inversión productiva neta, comienza a desindustrializarse. El gobierno -tras suspender su freno constitucional a la deuda- convenció a la Comisión Europea para aprobar su presupuesto (850.000 millones de euros en nueva deuda, 20 % del PIB) en cuatro años. Ese gasto no generará ingresos nuevos; se destinará a armas e infraestructura existente. Para lograr el visto bueno, Alemania hizo algo insólito: como Grecia en los 2000, convenció a Bruselas de que las inversiones improductivas que superan los límites de deuda son justificables, basándose en proyecciones de crecimiento que dependen del endeudamiento que buscan aprobar. ¿No aprendieron nada de la debacle griega? Es probable que haya un repunte económico inicial, pero el gasto no generará ingresos sostenibles a largo plazo. En un contexto de tensiones comerciales con EE.UU. y competencia tecnológica con China, es irresponsable repetir la indiferencia hacia la calidad de la inversión financiada con deuda. Fue una mala política para Grecia entonces, y lo es para Alemania hoy. Recordando las condiciones inhumanas impuestas a Grecia tras su quiebra, no cuesta imaginar una Alemania debilitada convertida en el nuevo y más lucrativo El Dorado financiero. Allí también, la mayoría sufrirá indigencia e indignidad, mientras la prensa celebra otra ‘historia de éxito’.