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La agonía del Líbano

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Las penurias de Líbano hacen más difícil que Israel pueda llevar a cabo un ataque preventivo a las capacidades militares de Hizbulá, y desalienta a Hizbulá de antagonizar con Israel. Cualquier disuasión mutua es frágil.

La explosión de casi 3.000 toneladas de nitrato de amonio arrasó con el puerto de Beirut y destrozó gran parte de la capital libanesa. Para un país que ya venía sacudido por una crisis política y económica, los desafíos por delante se agudizaron. La única posibilidad de superarlos reside en una reforma profunda del sistema político y de alianzas regionales de Líbano. Y el Estado libanés ya está al borde de la quiebra, pero con el régimen cleptocrático e incompetente que gobierna el país, ningún prestador internacional, ni siquiera el FMI, está dispuesto a ofrecerle crédito. Por esta última crisis, Líbano recibirá una ayuda internacional considerable de donantes. Para impedir que caiga en “manos corruptas”, como dijo el presidente francés, Emmanuel Macron, esta será encaminada a través de NN. UU., organizaciones internacionales y ONG, y no a través del gobierno libanés. Mas, superar los poderosos intereses particulares de Líbano, entre ellos su clase gobernante y potencias externas como Irán y Siria, que ejercen considerable influencia doméstica, será casi imposible. Su presidente, Michel Aoun, es una marioneta de Hizbulá. Por eso cuando Macron visitó Beirut tras la explosión del puerto, multitudes entonaron “libérennos de Hizbulá”. Pero Hizbulá goza de amplio respaldo entre los chiitas de Líbano, que representan un tercio de la población y conforman la secta más poderosa, política y militarmente. Además, la soberanía de Líbano sigue estando subvertida por Irán, que está comprometido a utilizar a Hizbulá para promover sus propias prioridades estratégicas. Cuando se produjo la explosión, un tribunal especial respaldado por NN. UU. estaba a días de pronunciar su veredicto en el juicio de cuatro supuestos miembros de Hizbulá por el asesinato en 2005 del ex primer ministro libanés (y hombre de Arabia Saudita en Beirut) Rakik Hariri. Los objetivos regionales de Irán han espoleado la resistencia: el espectro de una guerra entre Israel e Hizbulá ha venido creciendo últimamente. El aspecto positivo de la explosión de Beirut puede ser que evita, o al menos anticipa, ese conflicto, en el que Israel destruiría la infraestructura de Líbano para neutralizar los 150.000 misiles que Hizbulá ha escondido entre la población civil antes que devasten el frente interno vulnerable de Israel. Las penurias de Líbano hacen más difícil que Israel pueda llevar a cabo un ataque preventivo a las capacidades militares de Hizbulá, y desalienta a Hizbulá de antagonizar con Israel. Pero cualquier disuasión mutua que exista es frágil. Si Hizbulá (con ayuda de Irán) desarrolla misiles de precisión, no hay perspectiva de éxito. Aún sin estos armamentos, la esperanza de la comunidad internacional de usar la ayuda como palanca para generar un cambio tal vez no arroje frutos. Como presuntamente Macron dijo al presidente de EE. UU., Donald Trump, las sanciones contra Hizbulá le hacen el juego a quienes deberían debilitar, incluido Irán. La sociedad civil de Líbano ha forzado un cambio antes. Tras el asesinato de Hariri, la Revolución de los Cedros (bajo el lema “libertad, soberanía e independencia”) provocó el retiro de las tropas sirias del Líbano. Pero hoy enfrenta una oposición mucho más severa: durante 15 años Irán ha invertido profusamente para convertir a Líbano en su campo de juego estratégico. Como resultado, Hizbulá es más poderoso y Líbano más dependiente que nunca de potencias externas como Irán, Siria y Rusia. Los esfuerzos por exigir una reforma podrían derivar en un conflicto muy parecido a la guerra civil de 1975-90, en que potencias extranjeras y milicias locales enfrentadas aunaron fuerzas y destrozaron a Líbano.

Opinión internacional

Shlomo Ben-Ami

Exministro de Relaciones Exteriores de Israel, es vicepresidente del Centro Internacional Toledo para la Paz y autor de Scars of War, Wounds of Peace: The Israeli-Arab Tragedy.