Premium

Expertos y soberanos

Avatar del César Febres-Cordero Loyola

No hay ciencia que determine la moralidad ni la dignidad humana, ni siquiera qué nos hace personas, cuestiones en el corazón de tantas preguntas desde la salud reproductiva hasta la rehabilitación social

Después del vergonzoso espectáculo del segundo debate sobre la ley del aborto por violación pareciera que todo el país se indignó, y con justa razón. Ahí salieron los ilustrados criollos para expresar su frustración ante un país al que ven como irredimiblemente ignorante.

Nos dicen que para evitar circos como el que se armó en la Asamblea hay que dejarles la política a los expertos. No es una propuesta nueva eso de pedir titulación de cierto nivel para ejercer un cargo como el de asambleísta, pero en estos momentos, que resulta más tentadora, debe ser combatida. Está de más decir que lo que ‘natura non da, Salamanca non presta’, porque todos conocemos a más de un doctor de las ciencias, las artes o las leyes que de pillo o matón puede dar toda una cátedra, mientras que de su propio campo no domina nada. Menos valor deberíamos dar a los títulos en tiempos que se imprimen tanto y con tan pocos requisitos. Diplomas a la carta abundan en el mercado, con mucha más variedad que exigencia y sin un mínimo control de la honestidad académica. Y es por eso que resulta todavía más ridícula y ofensiva la demanda de que solo los expertos deberían integrar los paneles de opinión o ser sus únicos invitados.

En ambos casos, lo que está en juego es la democracia. La soberanía popular solo tiene sentido si todos los ciudadanos tienen una legítima autoridad para tratar sobre las leyes que gobiernan todas las cosas, sea por consulta o por la elección de sus representantes. Y para cimentar esa legitimidad debemos reconocer que el pueblo como colectivo tiene la capacidad de entender todas las cosas, para consentir e increpar.

Con esto no podemos imaginarnos que debemos ser un país de todólogos. Peor aún, esto no significa que los expertos carezcan de un rol. Ellos deben informar el debate y desenmascarar a los farsantes. Pero hay cosas que ningún experto puede responder solo. No hay ciencia que determine la moralidad ni la dignidad humana, ni siquiera qué nos hace personas, cuestiones en el corazón de tantas preguntas desde la salud reproductiva hasta la rehabilitación social. Eso nos pertenece a todos, y es nuestro deber participar.