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César Febres-Cordero Loyola | Aún están a tiempo

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La comunicación no ha dejado de ser un problema, aun cuando en algo mejoró, pero los errores de fondo persisten

Hay muchas personas que ante la primera mención del nombre de Guillermo Lasso no pierden el tiempo en expresar su desprecio por el gobierno de los ‘lassoboys’, siempre aclarando, eso sí, que no tienen ni un pelo de correístas. Más bien, ellos suelen decir que el periodo lassista fue lo peor que le pudo haber pasado a la derecha o al país (en su opinión eso viene a ser lo mismo) y que Daniel Noboa debe hacer todo lo posible para evitar parecerse a él; y el presidente ciertamente piensa igual.

Para Noboa, como para estos ciudadanos, el error imperdonable de Lasso fue el haber sido débil con sus enemigos, supuestamente muy rígido en sus principios democráticos y carente de una buena cintura (en el sentido figurado, que es donde importa). Pocas veces recuerdan que la gran mayoría de ellos fueron galantes defensores de Lasso, siempre dispuestos a denunciar a todo el que se atreviese a ‘hacerle el juego al correísmo’ criticando al gobierno, o que solo permitían que se señalase los errores comunicacionales del lassismo.

Al final, a las puertas de la muerta cruzada, salieron algunas gentes de renombre a recordarnos lo que percibían como los éxitos de la gestión de Lasso, entre ellos la entrega de más créditos o el haber declarado la guerra a la desnutrición crónica infantil, políticas antitécnicas y saludos a la bandera con poco sustento en las cifras.

Hoy, el propio equipo de Noboa hace lo mismo poniendo en circulación unas cifras que van desde lo curiosamente selectivo a lo francamente risible: en materia de seguridad hablan de operativos realizados y no de crímenes reportados, se adjudican el incremento de las reservas de agua en Mazar como si san Pedro fuera miembro del gabinete y en cuanto a la desnutrición crónica infantil hacen gala de cifras que comparten con Lasso sobre la base de datos que en su momento fueron puestos en duda.

Es cierto que la comunicación no ha dejado de ser un problema, aun cuando en algo mejoró, pero los errores de fondo persisten: creer que se puede gobernar solo, ya sea pataleando o persiguiendo, y pretender hacer gestión sin apegarse a un plan que sea para todo el periodo y no para las próximas elecciones.