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Matar a nuestros dioses

Avatar del Catrina Tala

Tantos crímenes, guerras, abusos que han salido impunes en el mundo entero

Leí hace poco que toda idolatría es perversión. Que así como nos espantamos de lo sucedido con el Dalai Lama también deberíamos hacerlo con todas las feligresías.

Ir matando a nuestros dioses debería ser la misión terrenal de cada uno. No puedo estar más de acuerdo con Diego Cazar. Tanto así que, desde el domingo pasado, me ha estado dando vueltas en la cabeza cuántas representaciones tenemos de dioses o divinidades en nuestra vida.

Y muy aparte de la imagen que le venga a la mente cuando piensa en Dios… ¿Se ha puesto a pensar en todas las personas a las que le entregamos nuestra fe, nuestra pasión? ¿A cuántos seres humanos o instituciones les damos el poder de decidir sobre nuestras vidas, si algo está bien o mal y les obedecemos sin cuestionamientos?

¿No hemos tenido ya demasiados casos de sacerdotes católicos pedófilos, violadores y acosadores alrededor del mundo, intocables para cientos de miles de personas porque están revestidos de “la palabra de Dios”? ¿Pero cuál Dios es ese?

¿Acaso no hemos conocido las historias más espantosas contadas por feligreses evangélicos de cómo ciertos pastores se aprovechan de la gente y les roban, también en nombre de Dios?

¿Cómo es posible que el Dalai Lama, escondido en esa figura de hombre pacífico que ganó hasta un Nobel de la Paz, se justifique diciendo que bromeaba cuando le pedía a un niño que le chupe la lengua?

Sobre todo, me pregunto por qué el Dalai Lama, esos sacerdotes católicos y esos pastores evangélicos no están presos o, al menos, siendo investigados. ¿Acaso el traje de divinidad es un traje de inmunidad penal?

Tantos crímenes, guerras, abusos que han salido impunes en el mundo entero.

Lo único que podrá parar esta aberración es el rechazo mundial de todos nosotros. Debemos matar a nuestros dioses, dejar de otorgar tanto poder a seres humanos, tan erráticos, imperfectos y mortales como todos.

Dejemos de convertir a las personas con poder en intocables, en santos o en deidades. Nadie está por encima de la ley, no importa si se visten con sotana, con túnicas, con ternos o uniformes.