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Carlos Martínez | Correísmo, noboísmo y etiquetas: el precio de la polarización

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Dejemos de clasificarnos por etiquetas políticas y empezemos a hacerlo por valores, por ideas, por acciones

Hace unos días leí una columna del periodista Ricardo Trotti, expresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). En ella reflexionaba sobre cómo el diario El País de España y algunos de sus periodistas han caído en una práctica cada vez más común: la de etiquetar a políticos y figuras públicas con términos como ultraderecha, autoritario, ultraizquierda, progresista o socialista. A simple vista parecen descripciones ideológicas, pero en realidad funcionan como juicios anticipados. Palabras que moldean la opinión antes de que los hechos sean analizados.

Y es cierto. Vivimos en un tiempo en el que los adjetivos pesan más que los argumentos. Las etiquetas se han convertido en atajos del pensamiento: simplifican, pero también distorsionan. Son cómodas para el debate rápido, pero letales para la comprensión profunda. Con ellas, dejamos de mirar lo que una persona hace para concentrarnos únicamente en el casillero político donde otros la ubican.

En Ecuador ocurre lo mismo. Si alguien simpatiza con las ideas del correísmo, enseguida se le considera antinoboísta. Si votó por el presidente Daniel Noboa, pasa automáticamente a ser noboísta y anticorreísta. Muchos lo asumen como una regla no escrita, como si el pensamiento tuviera dueño y la ciudadanía debiera dividirse en bandos enfrentados.

A veces me causa gracia —y también cierta tristeza— ver cómo en redes sociales acusan a Diario Expreso de ser correísta, morenista, lassista y noboísta, todo en el mismo día. Es imposible sostener tantas líneas editoriales al mismo tiempo, como también es imposible estar de acuerdo con alguien en todo. Pero ese absurdo revela algo más profundo: nuestra dificultad para aceptar la pluralidad y reconocer que se puede disentir sin odiar.

Tal vez sea hora de dejar de clasificarnos por etiquetas políticas y empezar a hacerlo por valores, por ideas, por acciones. No se trata de ser “pro” o “anti” nadie. Se trata de recuperar la capacidad de pensar por cuenta propia.

Y para que quede claro, como diría “Cristaliano”: no soy anticorreísta ni antinoboísta. Soy ecuatoriano.