Carlos Alfonso Martínez | La resistencia como poder, el poder como condena
España es hoy un país profundamente dividido; no solo entre izquierda y derecha, sino también dentro de cada bloque
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, es un auténtico animal político: un dirigente moderno, capaz de adaptarse a cualquier circunstancia y desafío. Llegó al poder en junio de 2018 tras una moción de censura contra Mariano Rajoy, y desde entonces acumula más de siete años en el cargo.
Durante este tiempo ha demostrado una extraordinaria habilidad para sobrevivir políticamente: ha pactado con independentistas catalanes, con la extrema izquierda y ha concedido todo tipo de prebendas a sus socios con tal de mantenerse en el poder. Su propio libro, Manual de resistencia, define su filosofía política: resistir a costa de todo y de todos.
El actual es un gobierno de coalición con Sumar, una fuerza de extrema izquierda, heredera del Partido Comunista y escisión de Podemos, partido fundado por Pablo Iglesias. Esta alianza, junto con los pactos con nacionalistas y separatistas, ha permitido a Sánchez conservar el poder a base de concesiones que debilitan instituciones y erosionan la cohesión nacional. Siete años no son pocos; solo Felipe González (14 años) y José María Aznar (8 años) gobernaron más tiempo en la etapa democrática. Si Sánchez completa su mandato en 2027 se convertirá en el segundo presidente con mayor duración desde la Transición.
España es hoy un país profundamente dividido; no solo entre izquierda y derecha, sino también dentro de cada bloque, donde conviven corrientes moderadas con tendencias extremas. La extrema derecha y la extrema izquierda defienden agendas radicalmente opuestas. A ello se suman los nacionalismos catalán y vasco, que persiguen sus propios beneficios más que el interés común.
El resultado es un cóctel perfecto para la inestabilidad política y social, pese a que España sigue siendo la 16.ª economía mundial. El costo de vida se dispara, la inseguridad crece, la inmigración irregular se intensifica, escasea la vivienda asequible y la seguridad social muestra signos de agotamiento.
Pedro Sánchez no gobierna para transformar, sino para resistir. No hay un proyecto de país, sino un proyecto de poder. Su política no mira al futuro, sino al próximo acuerdo que le garantice seguir en La Moncloa. Pero el poder que se obtiene resistiendo no siempre se sostiene resistiendo: puede perderlo no por culpa de sus adversarios, sino por sus propios pecados. Porque cuando la política se reduce a la mera supervivencia termina devorando a quien la practica.