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Carlos Andrés Vera | Perdonen que insista

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Las bandas del crimen organizado celebraron los resultados de la consulta del domingo pasado

No puedo evitar señalar cómo, en casi todos los análisis que he visto esta semana, se ignora o se subestima un hecho evidente: en los barrios más peligrosos de Guayaquil, Durán, Portoviejo, Quevedo y otras ciudades, las bandas del crimen organizado celebraron los resultados de la consulta del domingo pasado.

Los análisis se han concentrado en lo político -y han sido lo suficientemente sustanciales como para no profundizar aquí-, pero, en síntesis, el Gobierno tropezó por una serie de factores que van desde una pésima comunicación, frentes abiertos innecesariamente, síntomas de excesos de poder (el acoso a este Diario es un ejemplo claro), contradicciones y soberbia. A eso se sumó la militancia de un sector de la sociedad preocupado por la democracia, movilizado a través de vocerías y campañas.

Sin embargo -perdonen que insista-: el crimen organizado también celebró. ¿Entonces? ¿No vamos también a ensayar una reflexión sobre el porqué?

Planteo algunos motivos: celebraron porque se cerró la posibilidad de una base extranjera que pudiera mermar las operaciones del narcotráfico; celebraron porque se perdió la oportunidad de pulir un marco constitucional y legal que complique aún más las operaciones criminales en el país. Se desechó también la oportunidad de implementar cambios que modifiquen un modelo económico excesivamente estatista y que -a ojos de todos- es una de las razones por las cuales las inversiones locales y extranjeras son extraordinarias precisamente por su escasez y rareza. Se perdió la oportunidad de fortalecer la institucionalidad del Estado. Y se perdió, además, la posibilidad de entrar en una dinámica de discusión profunda sobre lo que funciona y lo que no, sobre lo que debe ser protegido y lo que debe cambiar. Cerramos la puerta a esa posibilidad. Eso explica, en parte, los fuegos artificiales en el Cerro Las Cabras.

¿Qué corresponde ahora? La respuesta no debe provenir solo de una reflexión política del Gobierno, sino también de toda la sociedad. A todos nos corresponde comprender que no somos un mero espectador que se activa únicamente cuando es convocado a votar. Una verdadera militancia democrática no solo pasa por quejarse sino que implica promover y buscar soluciones sinceras y bien intencionadas a problemas que no se resuelven con proclamas, consignas ni idealismos.

Perdonen que insista.