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Carlos Vera: El problema no son los derechos humanos

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De ambos extremos hay que alejarse

La Declaración Universal de Derechos Humanos es un documento que proclama los derechos inalienables de cualquier persona, sin importar su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de cualquier índole, origen nacional o social, propiedad, nacimiento o cualquier otra condición. Esta declaración fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 en París. Su historia se remonta al fin de la Segunda Guerra Mundial, un periodo que presenció atrocidades sin precedentes, como el Holocausto. Estos eventos llevaron a la comunidad internacional a buscar formas de asegurar que tales horrores nunca se repitieran.

La creación de la Organización de las Naciones Unidas en 1945 fue un paso inicial hacia este objetivo, y la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos tres años después, representó un esfuerzo global por establecer estándares básicos de dignidad y justicia que todos los países deberían respetar.

La DUDH consta de un preámbulo y 30 artículos que detallan los derechos y libertades fundamentales que deben protegerse universalmente, incluidos el derecho a la vida, la libertad, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, el derecho al trabajo, a la educación y a participar en la cultura comunitaria, entre otros. Si bien la declaración en sí misma no es un tratado legalmente vinculante, ha inspirado una base jurídica internacional sobre la cual se han edificado leyes en numerosos países, sobre todo en aquellos donde existen mejores estándares de vida y condiciones democráticas.

Todo esto como preámbulo para decir algo que debería ser obvio: los derechos humanos no son el problema. En el contexto de violencia en que nos hemos visto envueltos en los últimos años, han aparecido voces ignorantes que pretenden vincular a los derechos humanos con la defensa de delincuentes. Falso. De eso no se tratan los DD. HH. También es verdad que siempre hay charlatanes que, disfrazados de expertos en DD. HH., defienden delincuentes, siguiendo el libreto de una agenda por lo general promotora del caos y la violencia. De ambos extremos hay que alejarse.