Carlos Andrés Vera | Análisis de circunstancias

Noboa, de forma audaz, protegió a Quito trasladando la sede del Gobierno al corazón de Cotopaxi, bastión de Iza
Los paros de 2019, 2022 y el actual muestran un mismo patrón: la violencia y el caos van de menos a más. En los dos primeros casos, el gobierno capituló. Moreno, en 2019, derogó en cadena nacional la eliminación del subsidio a los combustibles. Lasso, en 2022, retrocedió en sus medidas y abrió mesas de negociación que el sector indígena prácticamente abandonó después de unas semanas.
¿Cómo evolucionará el paro de ahora? Es difícil tener certezas, pero en algunos temas el escenario es claramente distinto. Hoy los focos de violencia se concentran en Imbabura y no tienen alcance regional, mucho menos nacional. No es casualidad. La escala de 2019 y 2022 se explica porque entonces había una operación regional en marcha. El Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla se plantearon sembrar el caos en varios países y empezaron por Ecuador. México, bajo López Obrador, sirvió de base operativa para el correísmo: desde allí circularon noticias falsas que generaban incertidumbre. Desde la Venezuela de Maduro llegaron operadores violentos. En el terreno actuaron guerrillas urbanas entrenadas por las FARC. En 2022, además, el narcotráfico -con Norero involucrado- puso dinero. Movilizar entre 15.000 y 20.000 personas para asediar Quito en más de 280 puntos, sembrando terror y desesperanza, cuesta plata.
Hoy la tienen más difícil. Maduro está contra las cuerdas, amenazado por Trump y con poco margen de maniobra. Washington aprieta a México con condiciones durísimas por el narcotráfico. El correísmo no ha puesto sus gobiernos locales al servicio de la violencia, como sí lo hizo la Prefectura de Pichincha en 2019. Noboa, de forma audaz, protegió a Quito trasladando la sede del Gobierno al corazón de Cotopaxi, bastión de Iza, en un gesto desafiante pero legítimo: ahí ganó el voto nobista, no la agenda violenta de la Conaie. El Gobierno congeló cuentas bancarias y complicó la operación logística que una arremetida violenta necesita.
Una Conaie que ya no milita por el bienestar de sus comunidades sino por defender subsidios también ha sufrido deserciones y falta de cohesión. Internamente, muchos están cansados del chantaje. Por eso, entre otras cosas, este paro no escala con la misma fuerza que en 2019 y 2022. Pero no se confíe, estimado lector. Sabemos ya que en nuestro país las circunstancias pueden cambiar de un momento a otro.