Reflexiones para el 2020
Demanda la presencia de aspirantes al poder que le digan a “su pueblo”, lo que hizo frente a gestiones públicas en las que participó anteriormente.
Finalizadas las festividades de Navidad y de Año Nuevo, de conformidad con nuestras tradiciones, hay que retornar a la realidad que nos circunda y reflexionar serena y profundamente sobre el futuro.
El 2020 es un año con ribetes especiales: es la antesala de las elecciones que se deben llevar a cabo en el 2021. Y “como el tiempo vuela”, y ahora como nunca antes, es un evento que está a la vuelta de la esquina... Por esta razón, los ecuatorianos debemos estar con el ojo avizor para tener la suficiente capacidad a fin de saber escoger acertadamente a nuestros próximos gobernantes y legisladores. No debemos actuar a ciegas y a locas para votar, que es uno de los actos que evidencian el ejercicio pleno de la democracia, por quienes solamente engañan y mienten al pueblo. Ha llegado el minuto histórico para que nuestro pueblo examine bien a quien lo mima y lo engaña con su palabrería barata.
Para saber si lo que promete y ofrece lo va a poder realizar o si solamente son pájaros pintados que sirven para disfrazar su desconocimiento de la realidad nacional, debemos diferenciar nítidamente entre la lógica de una campaña electoral y la lógica de la gestión de gobernar. Que son dos cosas diferentes.
La gestión de gobernar exige la presencia y la acción de estadistas, es decir de personas, hombre o mujer, que no piensen solamente en las elecciones venideras, sino en las próximas elecciones. Demanda la presencia de aspirantes al poder que le digan a “su pueblo”, lo que hizo frente a gestiones públicas en las que participó anteriormente. Esto revela su experiencia en el manejo de la cosa pública.
Que junto con esta experiencia exhiba una hoja de vida honesta, proba, de gran capacidad en los campos de la actividad social, económica, cultural, financiera. Que le haga saber a “su pueblo” cuál es el equipo con el que va a trabajar, para conocerlo con anticipación y evitar que de pronto sean improvisados.
Hay que destacar que la capacidad del engaño tiene un límite que depende tanto del tamaño de la mentira como de la convicción del que miente, y de poco vale la moderación cuando falta la coherencia.