Columnas

Corrupción e impunidad

"Por eso exige a los jueces no dilatar las causas que están en sus manos para que las resuelvan antes de que prescriba el ejercicio de la acción penal..."

Uno de los problemas que más gravitan y afectan la vida de los ecuatorianos es la corrupción que toma caracteres alarmantes, con la circunstancia especial de que nunca antes como ahora se habían constituido verdaderas mafias y organizaciones orientadas a ser copartícipes de delitos de alta peligrosidad para los intereses nacionales. Peculado, cohecho, lavado de activos, enriquecimiento ilícito, concusión son el “pan de cada día" de quienes llegan a las alturas del poder o a ejercer cargos desde los que manejan dineros del erario nacional, para en lugar de servir al pueblo servirse de él y tener dinero a “ cualquier precio”, sin comprender que ese dinero mal habido solo sirve para dejar una herencia nefasta a sus descendientes, que pasan a ser hijos, nietos de ladrones y rateros hambreadores del pueblo ecuatoriano. 

Estos “enloquecidos por el dinero” no comprenden que cuando la parca les llega no hay dinero que los salve. La muerte coloca en el mismo cajón al rey y al peón. La pandemia del coronavirus demuestra esta gran verdad: ricos, pobres, ladrones, honestos, blancos, negros, indios, mestizos; todos “marchan” a la hora de la verdad. ¿Pero quién les hace entender esto a los corruptos? Mas, tanto o más grave que la corrupción es la impunidad, cuando la justicia que no es independiente ni conformada por operadores probos, honestos no actúa con la necesaria diligencia para determinar con debida oportunidad, antes que el tiempo que aplaca el dolor y embota el placer haga que se olvide a los ladrones y a los pícaros. Esto no debe suceder en Ecuador. Hay un clamor en el pueblo honesto para que tal desacierto no ocurra. 

Por eso exige a los jueces no dilatar las causas que están en sus manos para que las resuelvan antes de que prescriba el ejercicio de la acción penal o para que los pícaros digan que sus sentencias no están ejecutoriadas y que “perfectamente” “pueden aspirar a salvar al pueblo. Debemos exigir a los jueces que actúen con probidad y llevar a cabo una transformación estructural que comprenda a la administración de justicia para que se reformen las leyes penales que fueron dictadas por el correísmo con el objeto defender a los delincuentes antes que a las víctimas. Así construiremos un mejor Ecuador.