Columnas

¿La coca es el estado?

El problema del estado-nación no es sólo su fuerza destructiva contra la paz de otros, sino también su incapacidad creciente para defender a los propios, cuando no los está hostigando

¿Quién pagará la cuenta de la destrucción causada en Ucrania, Putin de su bolsillo, sus amigos oligarcas, los contribuyentes rusos, el pueblo llano con desempleo e inflación? ¿Y quién, los daños a millones de venezolanos que lo perdieron todo, hasta su patria usurpada por el grupo de Puebla? ¿Alguien se hizo cargo de la histórica hambruna que la torpeza del partido comunista chino provocó en 1960, aniquilando decenas de millones de personas? ¿Acaso han sido reparadas las víctimas de guerras y genocidios que algunos gobiernos han orquestado contra sus propios ciudadanos? Aunque las mencionadas tragedias humanitarias llevan la factura del totalitarismo, ninguna potencia occidental, banderas democráticas por delante, puede negar que ha intervenido militarmente en invasiones y guerras no provocadas, urdiendo amenazas que luego imputaban al enemigo fabricado. "...cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo", como ironizó Umberto Eco respecto de la necesidad vital de las naciones de proyectar su identidad fabulada. El problema del estado-nación no es solo su fuerza destructiva contra la paz de otros, sino también su incapacidad creciente para defender a los propios, cuando no los está hostigando. Territorios bajo etiqueta soberana son en la práctica dominios del crimen organizado, y varios canales institucionales son controlados por los capos de la mafia, tanto como los corredores logísticos de la droga lo son por los carteles y las pandillas. ¿Dónde? Pues dondequiera que la droga y la corrupción han dejado de ser anomalías que se extirpan y han hecho metástasis. "Para nosotros la coca es el Estado", es la frase de una autoridad política colombiana que aparece en un reportaje del NY Times de abril 20, 2022. 

En el campo de lo políticamente incorrecto sostenemos que si no hubiesen leyes que penalizan la droga, los actores de esta cadena de negocio no tendrían más poder, ni lo necesitarían, que el de cualquier otra industria que lucra de las adicciones. Y entonces, ¿el crimen organizado tiene poder a pesar del Estado y sus leyes o gracias a este? Lo cierto es que esa ficción del estado-nación que afloró en repúblicas durante el siglo XIX como el arquetipo de sociedad política dedicado a preservar el imperio de la ley, es cada vez menos un vehículo de seguridad jurídica y progreso y cada vez más una amenaza a la libertad y la paz.