Bernardo Tobar | El año 1492

La educación fue marca singular de la Corona Española, a cuya instancia se fundaron más de treinta universidades en América
Cuando Colón tocó tierra en América en 1492, España era quizás el polo político, militar y cultural más importante del mundo, centro del que sería el imperio donde, como decía el poeta Guarini aludiendo a la vastedad de sus confines, no se ponía el Sol. Surgido originalmente de los íberos, celtíberos, visogodos, luego moldeado por los romanos, que hace dos mil años eran capaces de levantar edificios y diseñar ciudades que aún hoy siguen siendo un prodigio de ingeniería, así como de concebir unas instituciones jurídicas tan sólidas que siguen informando los códigos contemporáneos de la Europa continental y la América hispana. También se nutrió de los árabes, que dominaron gran parte de la península durante 800 años, a quienes debemos los fundamentos del álgebra en el siglo VIII, prueba de su sofisticación.
Sevilla, asiento de la Casa de Contrataciones que administraba cuanto salía del reino hacia América y llegaba de ésta, sirvió de puente no solo para sus gentes, su idioma, su cultura y el Evangelio, sino para el crisol del viejo mundo, que experimentó bajo los Austrias una era de brillo excepcional, ese mundo que empleaba la escritura hace más de tres milenios, ese mundo forjado por las religiones monoteístas y sus tensiones y cismas, ese mundo donde se consolidó el cristianismo y su mayor legado político, los derechos humanos, y floreció la Ilustración. Ese fue el mundo donde cabía el arte de un Miguel Angel, la pluma de un Cervantes, el genio de un da Vinci, el ingenio de Buridan, Bacon y Oresme, que revolucionaron la física, donde la mujer alcanzó por primera vez la igualdad frente al hombre -la propia reina Isabel, bajo cuyo auspicio inició la colonización, encarnó este ideal-.
En contraste, la construcción indígena era básica y aunque muchos mitifican el conocimiento ancestral, la ignorancia de la escritura supuso una barrera a la acumulación sistemática de conocimiento en la era precolombina, cuando ya en Europa se había inventado la imprenta. La educación fue marca singular de la Corona Española, a cuya instancia se fundaron más de treinta universidades en América, precediendo en más de un siglo a los ingleses, que apenas establecieron un puñado.
Añádase que a diferencia de otras monarquías asentadas sobre el absolutismo -practicado también por los Incas-, para los Austrias el límite del poder era el derecho de los ciudadanos.