Beatriz Bencomo | Optimismo perspicaz
La alegría estratégica es quien pone música mientras lava ropa un domingo
WGSN, una empresa de inteligencia de mercado con sede en Londres que vende pronósticos a corporaciones mundiales, identifica seis estados emocionales que definirán el comportamiento del consumidor en 2027: alegría estratégica, desvontade, optimismo suspicaz, adaptación resiliente, esperanza cívica y vigilancia compartida. Su informe anual, leído por más de 31.000 líderes globales, se basa en datos cuantitativos y cualitativos. Pero hay una paradoja: en 2024 WGSN predijo que 2026 estaría marcado por el “Gran Agotamiento”. En contextos como el nuestro, ese agotamiento no es futuro: es el aire que se respira desde hace años.
La alegría estratégica es quien pone música mientras lava ropa un domingo: alegría a pesar del precio del detergente y de los cortes de agua. La desvontade —anhelo de liberarse de responsabilidades— aparece en quien silenció el chat donde solo circulan malas noticias, en quien dejó de ver noticieros completos. El optimismo suspicaz: ir a votar sin esperar milagros; ahorrar, pero no en un solo banco. La adaptación resiliente: leer semáforos y gestos de conductores porque ya no basta el paso peatonal; familias que programan reuniones según los cortes de luz. La esperanza cívica: madres que compran al por mayor, mingas barriales. La vigilancia compartida: se siente en el chat del barrio avisando riesgos; redes vecinales improvisadas.
Estas seis emociones no son tendencias emergentes: son estrategias de supervivencia consolidadas. Que WGSN las nombre abre algo más que una conversación corporativa: pone lenguaje común a experiencias dispersas, habilita reconocimiento, articulación política y demanda colectiva.
La adversidad, tantas veces solo carga, también es energía creativa. No para todos —muchos apenas sobreviven—, pero algunos están sentando precedentes. Persistirá la brecha entre el tiempo de los informes y el de las realidades locales; quizá sea ventaja. Tal vez lo que aquí ensayamos hoy —imperfecto, inestable, funcional— sea lo que otros necesiten mañana.
Son las marcas del ciudadano del presente perpetuamente incierto que igual sigue adelante. No porque sea heroico, sino porque en ese seguir algunos inventan caminos que otros podrán transitar. Y eso, sin romantizarlo ni exagerarlo, se convertirá algún día en la destrucción creativa que hace una semana se ganó un Nobel.