Beatriz Bencomo | Arrabal político

No tengo todas las respuestas, pero sé que empieza con entregas de emergencia verificables en zonas de conflicto
En Ecuador somos colectivistas en la familia pero individualistas ante el Estado. Valoramos la ñañería, el compadrazgo pero desconfiamos de las instituciones y cualquier organización formal. Esa esquizofrenia viene del arrabal político. Cuando el Estado es depredador y la ley protege según conexiones, lo racional es construir redes de supervivencia paralelas: familia extensa, favores, lealtades personales. Colectivismo de trinchera que convive con individualismo feroz, porque confiar en lo institucional es para ingenuos.
El paro indígena sigue exponiendo esta fractura con precisión de láser. El Estado dice: “Respetamos la plurinacionalidad pero dentro del orden constitucional”. Las comunidades responden: “Ese orden lo escribieron sin nosotros y lo aplican cuando les conviene”. Ambos reducen un conflicto estructural a mala fe del otro. Y mientras se niegan legitimidad mutua, la gente sigue muriendo. Pero no solo por bloqueos. Es una guerra contracultural donde actores criminales explotan las fracturas institucionales para capturar territorios, economías paralelas y lealtades.
Ahí está el verdadero dilema: construir confianza institucional toma décadas, pero la minería ilegal y el narcotráfico pagan hoy. Cada día que las instituciones formales no funcionan, las paralelas se fortalecen.
¿Qué hacer desde lo público para ganar ese tiempo? No tengo todas las respuestas, pero sé que empieza con entregas de emergencia verificables en zonas de conflicto. Con mesas donde ambas jurisdicciones negocien caso por caso y consecuencias visibles para quien cruce líneas. Son puentes estratégicos de emergencia que compran tiempo para que las microentregas sistémicas sostenidas puedan empezar a funcionar. Se vence demostrando que hay otra forma que funciona mejor.
Estoy aquí, en la trinchera de lo posible. Sabiendo que el arrabal no se vence con certezas sino con intentos -imperfectos, insuficientes, pero reales-. Con límites claros: no toda estrategia vale, no toda urgencia justifica cruzar líneas. Porque la alternativa ante la violencia no es el triunfo de una visión, es el colapso de todas.