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Arturo Moscoso Moreno: No nos haga reír, señor Iza

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¿No fue el correísmo un régimen que concentró poder, criminalizó la protesta social e instrumentalizó al movimiento indígena?

Si algo le faltaba a esta campaña era la iluminada reflexión de Leonidas Iza y Andrés Tapia en Jacobin (sí, coautores de ese panfleto infumable que es Estallido). En un despliegue de malabares retóricos dignos de un buen comediante, explican que la democracia liberal es el enemigo y que el correísmo, que ellos caracterizan como socialdemocracia (¿democracia?, ¡por favor!), se perfila como un mal menor. Es decir, después de haber sido perseguidos, reprimidos y traicionados por ese régimen, ahora consideran que les podría brindar un terreno de lucha aceptable. Magistral.

Y como si la contradicción no bastara, el esfuerzo por hacerla pasar por estrategia es admirable. Noboa es presentado como un enemigo de proporciones épicas, una amenaza que traerá consigo el apocalipsis neoliberal, la privatización de todo lo público, la precarización laboral y el vasallaje imperialista. Y, por supuesto, como en todo buen relato populista, el enemigo es absoluto y la alternativa, inevitable. Hay que elegir el bando menos hostil: el correísmo.

Pero, un momento, ¿no fue el correísmo un régimen que concentró poder, criminalizó la protesta social e instrumentalizó al movimiento indígena? Sí, pero eso ahora es irrelevante. Lo importante es evitar el “neofascismo criollo” y, en ese contexto, cualquier otra opción es preferible. ¿En serio? El problema con este análisis no es solo su dudoso pragmatismo, sino su capacidad para justificar su decisión bajo un velo de necesidad histórica.

La propuesta, en fin, es que, mientras el anhelado 'Poder Popular Plurinacional' se concreta en algún futuro indefinido, hay que aceptar lo que hay. Y lo que hay, al parecer, es entregarse al correísmo, aunque con reparos pseudoteóricos para no perder credibilidad.

Es un ejercicio retórico fascinante. No una estrategia de resistencia, sino una larga justificación para apoyar al correísmo sin demasiados cuestionamientos. Todo esto sin un ápice de ironía. Si la política es el arte de lo posible, la retórica parece ser el arte de disfrazar contradicciones. Y en ese arte, Iza y Tapia merecen un premio, al humor.