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Andrés Isch | Vito Quiles

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Lo cierto que es que su único pecado es atreverse a preguntar lo que los otros no preguntan

Hace pocos días, los partidos que forman la mayoría del Congreso español y por lo tanto que hacen gobierno, llamaron a una sesión extraordinaria para reformar su reglamento y prohibirle el acceso y la cobertura dentro de sus instalaciones a un joven comunicador, Vito Quiles, siendo el primer caso de este tipo que se da en España desde el fin del franquismo y el retorno a la democracia. ¿Cuál fue la grave falta de Vito Quiles para sufrir esta expulsión? Lo acusan de fascista (la nueva muletilla de la izquierda ante cualquier incordio), de nazi y de “no ser un periodista, sino un agitador”.

Lo cierto que es que su único pecado es atreverse a preguntar lo que los otros no preguntan. Con un tono frontal pero siempre respetuoso, se alejó de los lugares comunes y presionó donde los medios tradicionales han preferido ignorar: la creciente corrupción institucional; el intercambio de favores gubernamentales a cambio de votos; o, la lavada de cara a la organización política alineada con los etarras que aterrorizaron a la población, incluyendo el asesinato a políticos del propio PSOE, quien ahora gobierna. Preguntas simples, valientes y directas de las que no pueden escapar quienes viven envueltos en contradicciones y relativismo moral.

¿Por qué debería importarnos este caso? Porque es un recordatorio de que no podemos dar por sentada la libertad, ni aun ante la apariencia de instituciones sólidas. El totalitarismo ya no da violentos golpes de estado, sino que nos devora desde dentro, aprovechándose de los mecanismos democráticos para llegar desde allí a destruirlos sistemáticamente: ejemplos actuales son Venezuela o Nicaragua; Ecuador estuvo a nada de tomar un camino similar que nos hubiera llevado hacia el despeñadero. No distingue ideología ni respeta reglas básicas porque tiene como único objetivo eternizarse en el poder a través de separar a la sociedad en dos: en serviles obsecuentes y en acérrimos enemigos a los que hay que derrotar a cualquier precio.

La libertad no es una meta de única instancia sino un ejercicio diario de defensa. Por eso lo sucedido con Vito Quiles debe no solo indignar sino recordarnos lo frágil que es la democracia y cuánto cuesta recuperarla.