Asumir

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'¿Queremos realmente hacer una nueva nación? Pues entonces comencemos a trabajar en el párvulo y en el niño’.

Se ha vuelto común entre nosotros que después de un hecho penoso o delictivo, al ser consultados o investigados los involucrados, no se acuerden, no sepan, no den testimonio de nada, y ya sea en la prensa, en el diálogo de cafetín o en conversaciones de amigos, surja desde la vindicta pública el coraje sancionador, el inoficioso castigo moral y el rasgarse las vestiduras ante la desfachatez y el cinismo.

Pero, ¿a qué viene tanto aspaviento y tanta sorpresa? ¿Acaso no hemos formado así muchas generaciones? ¿Acaso desde niños no les hemos ido llevando a la negación de lo realizado? ¿Acaso no les hemos enseñado a defenderse inculpando a otros?. Y es que, en efecto, así lamentablemente se ha venido procediendo desde hace tiempo atrás en el afán de que no se castigue a mi hijo, de que quede libre de culpas.

En ese submundo vital que resulta ser la clase, se van en ocasiones formando o mejor, deformando, personalidades: “la culpa es del otro”, “yo soy inocente” y es que por evitar la sanción, consecuencia de la falta cometida, en ocasiones los padres invocan uno tras otro subterfugio y argumentos que sin duda van enseñando al niño a mentir, a escabullirse de la responsabilidad y a negar a ultranza lo realizado. 

No les hemos enseñado a asumir. “Mi hijo nunca”, “solo respondió a la provocación del otro”, “los responsables son los demás”, suelen ser frecuentes respuestas con que los padres cubren las acciones de los hijos, enseñándoles que los efectos no deben llegar después de la causa y que la responsabilidad no existe. ¿Si así formamos al niño, qué esperamos del adulto?.

¿Queremos cambiar? ¿Queremos realmente hacer una nueva nación? Pues entonces comencemos a trabajar en el párvulo y en el niño para que aprendan a vivir, para que aprendan que hay éxitos y fracasos, para que aprendan a levantarse después de caer y siempre den la cara después de lo realizado para recibir los premios y felicitaciones que conquisten y/o las reprimendas y sanciones que merezcan, sin tirar la piedra y esconder la mano, mintiendo o inculpando a otro para salvarse. 

Enseñemos a asumir.