Abelardo García Calderón | Resucitar el pasado

La calidad educativa es un frágil cristal que depende de muchos factores, entre ellos el económico
Parecería que el Ministerio de Educación se ha dado la tarea de rescatar los más tristes ‘Frankenstein’ de la época del presidente Correa para darles vigencia, olvidando, una vez más, que no todas la ideas, y que no todo lo bueno para otros, funciona entre nosotros.
La evaluación cualitativa en nuestro medio no cuaja; los padres le dan la acepción que quieren, y el mensaje pierde verdad y claridad comunicacional. La libre promoción, sin capacidades y aprendizajes reales, no dio resultados porque nadie se encarga de superar el problema, y alumnos llegan a octavo de básica sin leer ni escribir.
La inclusión, sin parámetros ni límites, no siempre es asimilada de la mejor manera. En ocasiones exacerba las diferencias entre pares y padres de familia, que etiquetan, excluyen y reniegan. No es bueno cortar a todos con la misma tijera, y debería permitirse la clasificación según problemáticas y espectros.
La agresión económica a la ya complicada educación particular, haciendo imposible el cumplimiento de normas anteriores con el Memorando MINEDUC-BGE-2025-00157-M, lo único que fomenta es la irresponsabilidad, tanto en la selección de instituciones como en el cumplimiento de contratos educativos firmados. La barbaridad del sueldo mínimo como techo para uniformes, textos y otros resulta fatal.
La calidad educativa es un frágil cristal que depende de muchos factores, entre ellos el económico, cierto, pero también exige un sano ambiente escolar y una relativa homogeneidad en los grupos áulicos, así como implementos acordes con el ritmo y capacidad, y una clara misión y visión.
No volvamos a sendas que, entre nosotros, no dieron resultados. Una vez más, debemos recordarnos que somos ecuatorianos, que la viveza criolla siempre está presente, y en muchos casos, más de lo deseado: la ley del menor esfuerzo.
Normemos, legislemos para nuestra sociedad, para nuestra gente, con todas sus virtudes y defectos.
¿Acaso sería bueno disponer que ningún burócrata del Ministerio de Educación tenga a sus hijos en educación privada? Quizá así se mejora la pública y no se daña a la particular.