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Abelardo García Calderón | Al rescate de la mano

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No porque desarrollamos una habilidad debemos de prescindir o desactivar otras que nos son características

Por supuesto que no hablamos de una mano de póquer, sino más bien de aquella parte de nuestra anatomía que sostiene las barajas y que siempre ha sido considerada, dentro del proceso evolutivo de la humanidad, como un distintivo particular y característico del hombre.

La mano, que por su capacidad prensil nos diferencia de casi todas las especies y que, con su posición supina nos distingue cuando, palma arriba, pedimos o invocamos comunicando nuestras necesidades y sentimientos, es, sin duda, un claro factor diferencial.

¿Por qué preocuparnos de ella? Pues porque, acaso sin intencionalidad y de manera sutil, la extrema digitalización de hoy le están restando funcionalidad y presencia.

Ya antes de la pandemia hizo su aparición el ‘homo digitalis’ y, durante ella y después, la situación se ha acentuado fuertemente, al punto de que niños y jóvenes no ven sentido en el estimularla, trabajarla y valorarla como un activo de gran importancia para la persona.

La escritura se ha visto altamente afectada; los pequeños no desarrollan fácilmente la posición de pinza, que es la que ayuda a manejar lápices, esferos y cualquier otro artilugio propio de la sintonía fina. La torpeza manual se ha agigantado de tal modo que pocos son capaces de desarrollar acciones que tienen que ver con el armar, el estructurar, el moldear, entre otras actividades.

La mano que se extiende para un saludo, transmitiendo afecto; esa misma mano que provoca la caricia, transmitiendo ternura; esa mano que orienta y dirige, y que habla por sí sola de nosotros o nos da fortaleza, está siendo olvidada dentro del proceso educativo.

No proponemos eliminar la digitalización: los tiempos, la época y el futuro hablan claro de que vino para quedarse. Pero, como siempre, no porque desarrollamos una habilidad debemos de prescindir o desactivar otras que nos son características, que nos favorecen en la comunicación y que son nuestras.

La mano nos ayuda cuando trepamos, nos da soporte al equilibrio, nos puede salvar cuando permite agarrarnos frente al peligro, y nos trasmite afecto, confianza y humanidad.