¡Los verdaderos inclementes de la historia son nuestras autoridades mezquinas!
Es falaz mostrar nuestras catástrofes como consecuencia de una lucha desigual entre la naturaleza impredecible y el humano
La situación de Ecuador en materia de prevención de desastres es alarmante. En diferentes partes del territorio viven amenazados por desastres naturales y muchos están en riesgo de inundaciones y propensos a deslizamientos o deslaves que conllevan a evacuación a fin de proteger la vida. Pero lo más decepcionante es ver tragedias como la de sectores que están bajo el agua; sus habitantes lo han perdido todo. Y recién ahí las autoridades nacionales y locales se movilizan, pese a que llevan años padeciendo el desbordamiento de ríos, el deslizamiento de terrenos, la furia de la naturaleza. Las autoridades necesitan que haya desastres para recién reflexionar. Esta actitud negligente e insensible agrava el problema. Es falaz mostrar nuestras catástrofes como consecuencia de una lucha desigual entre la naturaleza impredecible y el ser humano indefenso. “La naturaleza avisa” y por tanto, es posible evitar la mayoría de estas tragedias si se previnieran.
Además, es simplista limitarse a determinar las posibles fallas técnicas de los desastres a funcionarios que deben prever riesgo, sin establecer responsabilidades políticas de las autoridades, tanto nacionales como locales. Ellos son los que deberían diseñar planes estructurales frente a los fenómenos naturales y la exclusión.
¿De qué sirve tener pronóstico certeros mientras exista cada vez más seres desposeídos poblando, por necesidad, zonas deleznables y de alto riesgo? En el país existe mucha gente para la cual tener una vivienda donde vivir es sinónimo de inmolarse. El verdugo de los pobres no son los cerros ni el río que los arrasa, sino el Estado que le permite vivir en las laderas de los ríos o en las faldas de una montaña, o al borde de una carretera peligrosa. El Estado no solo le permite vivir en esas zonas sino que además lo fuerza a hacerlo porque no le ayuda dándole empleo digno y consiguiendo una vivienda digna y segura. Finalmente, como siempre hemos visto, las autoridades de turno, obsesionados por su popularidad, suelen desdeñar esos problemas de los pobres que no figuran en su agenda mediática.
Mario Vargas Ochoa