Solo la sabiduría ciudadana salvará a la nación

Nuestra frágil democracia, que en tantos años de contiendas no ha aprendido todavía a ser libre, tiene entre sus muchos errores no haber sabido elegir a sus gobernantes en las grandes crisis de su historia.

La capacidad, la honestidad y la experiencia -que son factores capitales para enfrentar y resolver los problemas de la nación- no fueron los que se tomaron en cuenta, sino otros que no respondían a las necesidades del país. En contraste, los países de vida organizada o de mentalidad desarrollada no proceden así, ellos escogen a sus más altos dignatarios y legítimas autoridades después de un análisis sosegado y comprensivo de sus antecedentes.

Cuánta falta hace en nuestra población tomar como lección las tristes experiencias del pasado y no confiar los destinos del país a quienes constituyen la antítesis del buen político que dejó de coexistir con la solidaridad y las buenas prácticas para revolcarse en el fango de la corrupción, el poder y el dinero fácil.

La historia de la humanidad nos ha enseñado que los hombres que fueron fuertes, inteligentes y honestos, salvaron los destinos de su patria.

Por tal razón, a las puertas de un nuevo proceso electoral, la alarma es fortísima para nuestra débil democracia, en especial debido a que el país se encuentra en una severa crisis económica y social, debemos procurar que la decisión electoral sea racional y no basada, fundamentalmente, en prejuicios o emociones negativas. No permitamos que manipulen nuestras emociones. Debemos reconocer que, si bien las emociones son parte de nuestra naturaleza, debiéramos aspirar a que las decisiones importantes tengan mayor fundamento racional.

Sabemos que candidatos no faltarán, pero la crítica situación que atraviesa el país requiere de respuestas claras, concretas, para superar los graves y profundos problemas existentes y a su vez pueda renacer el optimismo de un mejor futuro para los ecuatorianos.

Eco. Mario Vargas Ochoa