Todo se restaura en familia

Si Jesucristo es el principio y fin de este palpitar, suyo es el tiempo del andar y el ciclo de los pulsos, pero también su Madre nos repone un hogar santo, y nos brinda esa vía dolorosa y pasión consoladora de velar, manteniendo la esperanza, de que resurja. El silencio de una Madre que se traga las lágrimas, en soledad, la angustia del dolor, entre el fulgor y tinieblas que invaden el mundo, a través de un ánimo inmaculado que todo soporta, volcándose como Sierva de su Hijo al sacrificio. Si la compasión maternal nos hace descubrir la luz, Ella es la Madre de la salvación y los salvados, abriéndonos el camino para una comunión de rostros, donde todo se restablece en familia.

Víctor Corcoba