¿Es posible un país feliz?

Es interesante que un investigador inglés indique que los niveles de felicidad de un país están relacionados con la calidad de su sistema sanitario, un PIB y acceso a la educación superior. Lo afirma en el mapa de distribución de la felicidad con datos de una encuesta realizada a unas 80.000 personas de 177 países. Su conclusión: los dos países más felices son Dinamarca y Suiza, luego Islandia, Bahamas, Finlandia y Suecia. Ecuador se ubica en el puesto 48, entre 158 países, del ranquin de la felicidad. Debajo de Corea del Sur y Japón y sobre Baréin e Italia. Resulta interesante la incorporación de la riqueza pues si el dinero no da felicidad, ayuda mucho y los líderes debían enfocarse en la felicidad más que en la riqueza.

“La felicidad está hecha para ser compartida”; “El propósito de nuestras vidas es ser felices”; o “El secreto para tener felicidad es tener algo qué hacer” y, muchas otras más definiciones que reflejan placer, compromiso agradable, con significado o sentido de logro. En cuanto al quehacer de los políticos locales, con frecuencia brindan ilusiones anticipatorias: salud, empleo, igualdad social, eliminación de la pobreza, etc.; ilusiones momentáneas: bailes en tarimas, discursos efervescentes, obsequios de chucherías y otras por el estilo; e ilusiones crepusculares, con recuerdos de un pasado que siempre fue mejor: líderes fallecidos, obras, conquistas añejas que prometen actualizar. Si los candidatos pensaran que los electores son personas, buscarían ofrecer felicidad social. Salud, comida y unas cuantas monedas no parecen ser suficientes.

Ricardo Fermín López González