Este mundo necesita más Rositas
Ella es un ejemplo de cómo combatir la desnutrición infantil para algunas madres jóvenes que priorizan gastar en vanidad personal y no alimentar bien a sus hijos.
El agua y el alimento son vida, eso lo saben bien las ‘mascotas comunitarias’, que no tienen varios menús para escoger; pocos son fieles a contentar sus barriguitas. No usan reloj pero saben a qué hora sus madrinas y padrinos los visitan. No asistir a la cita programada significa buscar comida en la basura; así calman el hambre pero más tarde tienen dolor de estómago.
Rosita es una nueva gatiahijada que apareció en mi cuadra; la alimentaba pero no se comía todo. No me asombró porque los gatos comen espaciado. Una moradora del sector nos dijo que Rosita pasaba llorando. La desparasité y la situación no cambió. Una noche salí y la vi ceder la ración que no comía a una gata muy parecida a ella, lo que revelaba su parentesco sin requerir prueba de ADN. A su hija la bautice Jazmín. Ante tan noble acción de amor de madre mi corazón se doblegó. La Biblia en Eclesiastés 9:11 dice: “me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos”. El llanto de Rosita era aviso para su hija y hambre propio. Ella es un ejemplo de cómo combatir la desnutrición infantil para algunas madres jóvenes que priorizan gastar en vanidad personal y no alimentar bien a sus hijos.
Ec. Marysol del Castillo