Equilibrar armas y diplomacia
Tras dos meses de guerra algunos tienden a descuidarla. Hay quienes dicen que durará años. Esa relajación y descuido de algunos puede provocar la ira del más fuerte, llevándolo a dar un golpe decisivo, incluso para todos, como sería hoy la “solución” nuclear. Así acaba de hacerlo, recibiendo la más imprudente respuesta -para el mundo entero- de EE. UU. al reírse de ello como una mera “bravuconada” de una Rusia que, con mayor o menor potencia de operatividad, tiene más armas nucleares que nadie. También ha sido muy imprudente -o sacada de su contexto- la afirmación de Borrell de que esa guerra se resolverá en el campo de batalla, condenando así a Ucrania a ser un pueblo aún más martirizado y agravando las probabilidades de un muy cercano apocalipsis mundial. Contra un pacifismo insensato o cómplice, la agresión exige una respuesta firme que pueda hacerle frenar de momento y mover al contrario a parlamentar en los términos, si no mejores por ser más justos, sí aquellos que puedan dar algún pie al potente agresor a aceptar un mínimo acuerdo que le permita tener más pérdidas impopulares y salvar la cara. Buscar una solución del todo justa, como muestra mil veces la historia, lleva casi siempre a perpetuar la guerra o a renovarla después con resultados aún más catastróficos.
Diego Mas