Cartas de lectores

Emociones

Ver a dos seres maduros cómo se siguen mirando, con ojos llenos de amor y hablándose como dos adolescentes es digno más que de admiración

Todo iba normal. Una misa de celebración por aniversario de bodas como otra de las 2.000 en que habré tocado en mi vida de organista y pianista profesional. Un canto de entrada apropiado para la ocasión y otro solicitado por el “novio” para la comunión. Un sermón adecuado con palabras que resaltaban lo sólido que había sido ese matrimonio. Todo terminaría una vez que el sacerdote diera la bendición final. ¡Pero... oh sorpresa! El “novio” pidió la palabra. Lo que relató fue una hermosa historia de amor. Todos en la capilla estábamos boquiabiertos. Empezó sin tapujos, revelando inocentemente la edad de su novia... (risas en los presentes y una especie de sonrisa cómplice y nerviosa de parte de la novia, mientras se escondía en los abrazos y besos de dos de sus nietos adolescentes). Continúa el relato. Recuerdos y peripecias que pasaron hasta concretar la fecha de matrimonio marcaron su destino. Para él fue difícil cortejarla debido, entre otras razones, a la distancia física que los separaba y en ocasiones a la no total aceptación de sus serias pretensiones. En varios momentos cumbre de su intervención, por el fuerte contenido emotivo tuvo que hacer pausas para hidratarse y secar sus lágrimas. A estas alturas todos ya habíamos usado nuestros pañuelos. Ver a dos seres maduros cómo se siguen mirando, con ojos llenos de amor y hablándose como dos adolescentes es digno más que de admiración. ¡Felicitaciones Alfredo y Bárbara por sus bodas de oro!

Roberto Montalván Morla