La dura tarea de gobernarnos

Si gobernarse a sí mismo tiene sus dificultades, regir el mundo es un cometido grande, que exige un amor de servicio permanente y de responsabilidad continua en todas las tareas encomendadas. Se asemeja mucho a ese espíritu olímpico solidario que hay que cultivar, pues es servir al bien común sin desfallecer, universalizándolo todo, desde la unión y la unidad más sublime. Gobernantes y gobernados han de trabajar con ánimo cooperante y con sencillez, para mejorar el camino de sus moradores. Unos y otros estamos implicados en el quehacer cotidiano. Participar y estar en disposición de ayuda le incumbe a la humanidad en su conjunto.

Víctor Corcoba