Devolver la grandeza a la universidad

Conozco muy de cerca lo acontecido en la Universidad de Guayaquil por una doctora a quien no se le canceló todo su tiempo de trabajo. Esta especialista en ginecología fue llamada a colaborar en una materia y brindó con mucha responsabilidad sus horas de trabajo y conocimientos a los estudiantes del último año de Medicina, mas se le canceló solo por los primeros tres meses de trabajo. Al reclamar, nadie le daba la razón por lo que elevó su queja a las autoridades respectivas. Cuando esto fue conocido por otros compañeros le manifestaron que es una práctica corriente de los encargados de pagar y que estaban seguros de que ella no sería llamada nuevamente a colaborar, porque así sucede con los profesores que reclaman y que para mantenerse en el cargo ellos guardan silencio

La doctora no fue llamada luego. Si esto es conocido por todos y no llega a su autoridad, me hace pensar que la mantienen muy alejada de la problemática que existe en la U. Debería haber comenzado haciendo un examen minucioso de la realidad existente y con base en esa evaluación, hacer una depuración de los malos elementos que siguen enquistados. Ya deben ser por lo menos dos años de quien la está dirigiendo y no sabemos qué es lo que ahí se ha hecho para sacarla del estancamiento. Las únicas noticias no son halagadoras: bombas, profesores impagos, elecciones que dejan hechos de insatisfacción, un referéndum amañado, una casona que se cae en pedazos, estudiantes de medicina sin cupos en los hospitales y que no tienen los conocimientos necesarios; falta de cupos para ingresar, un hospital que ha quedado en ofrecimientos, etc. 

Sugerencia: comenzar una campaña agresiva para conocer la situación real de la universidad y los cambios logrados en su administración; hacer una investigación que permita sacar a todas aquellas personas que son parte de un pasado negativo y que permanecen intocados. Que a través de su columna de los sábados en Diario Expreso nos dé una visión de esa universidad de futuro exitoso para nuestros jóvenes. 

Ab. Rodrigo Herrera Cañar