Qué desagradable que es oír o leer a dogmáticos o fanáticos

Solo permiten la visión limitada del dogma o del objeto de su fanatismo

Proliferaron, por ejemplo, desde el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania, las justificaciones para esta acción, desde mi punto de vista, totalmente injustificadas y aberrantes: ¡nadie tiene derecho a atentar en contra de la soberanía de otro país! Estas mismas personas ayer condenaban la intervención de Estados Unidos en otros países. Hoy vemos también un ejército de defensores del actuar vandálico de las hordas que atacaron ciudades como Quito, Cuenca. Nada justifica, ni siquiera un derecho a la protesta o a la resistencia, un accionar como el que vivimos. Quienes lo defienden o justifican, malentienden la Constitución (¿o fue mal redactada a propósito o por ignorancia?), olvidan que los derechos propios terminan donde empiezan los de los demás. Actuar con respeto a los semejantes es un mandato natural, no solo político, por tanto, o sería necesario que se lo detalle en Constitución alguna. Calificamos de vándalos a los delincuentes que actuaron en contra de otros países, de ciudades, industrias, propiedad privada: ¿cómo debemos calificar a los que justifican y defienden este accionar? El dogmatismo o fanatismo son una gangrena del cerebro, lo infectan, lo pudren, le impiden razonar, le prohíben ampliar la visión y generalizarla para abarcar todo el panorama. Solo permiten la visión limitada del dogma o del objeto de su fanatismo.

Ing. José M. Jalil Haas