Charlatanería: ni conocimiento ni sentido común

Finalmente, la charlatanería se pone en vergonzosa evidencia, como en la degradación de la retórica, que ha llegado, en esas voces, al nivel de distorsión grosera. Se ha confirmado la degeneración de la clase política

El charlatán es una persona que habla mucho y toca temas intrascendentes por falta de contenido, carencia de sentido, incoherencia. Sin embargo, a menudo tratan de dar visos de sabiduría, conocimiento académico y sentido común a sus peroratas citando lugares comunes, muy conocidos por quienes los escuchan o recurriendo casi siempre a un supuesto respaldo por algún título académico, obtenido quién sabe con qué artimañas, propias o de sus cónyuges. Hay una gran cantidad de pueblo llano que les cree (por eso cuentan con un considerable apoyo), que asume como verdad lo que dice el charlatán. Por lo general es el pueblo carente de educación apropiada, o la parte interesada en obtener alguna prebenda o reconocimiento de cualquier tipo. Los charlatanes se abren paso en la política gracias a estas dos características que abundan en cualquier población, pero que es mayoritaria en Latinoamérica. Gracias a los últimos sucesos, los Pandora Papers, y el trámite de una ley económica, la Asamblea ha mostrado la charlatanería en todo su esplendor. Sus charlatanes creen que han mostrado una verborrea ilustrada, llena de sabiduría y de conocimientos jurídicos, sin percatarse, por sus propias falencias, del ridículo que han hecho. Han puesto en evidencia su falta de preparación en todos los campos, pero sobre todo en el legislativo, que es el que más les concierne. Hay pocas, realmente muy pocas, excepciones, pero la mayoría ha demostrado esta característica. La responsabilidad recae en quienes seleccionan los candidatos, ya sean jefes de partidos o movimientos o líderes de estos. ¿Quién escoge representantes mediocres? ¡Indiscutiblemente dirigentes mediocres! Las exposiciones, en especial de quienes desconocieron los procesos legales (¿o pactantes?) son los más representativos: una charlatanería impresionante, pero que convence a muy pocos, casi a nadie. La gente razonante no traga cuentos. Finalmente, la charlatanería se pone en vergonzosa evidencia, como en la degradación de la retórica, que ha llegado, en esas voces, al nivel de distorsión grosera. Se ha confirmado la degeneración de la clase política.

Ing. José M. Jalil Haas