Cartas de lectores | Nuestra honorable Asamblea Nacional

Ser independiente no es convertirse en demagogo ni proponer absurdos ridículos

En nuestro medio, los ecuatorianos hemos tenido grandes oradores, ya sean diputados o legisladores, con discursos que contenían una visión de una república “por todos y para el bien de todos”.

Sin embargo, con el tiempo, el discurso político, especialmente en la Asamblea Nacional, ha cambiado.

De enfrentamientos y debates verbales, muchas veces duros pero respetuosos, se ha pasado a difamaciones, trifulcas groseras y escandalosas.

Del discurso inflamado de patriotismo y análisis certeros se ha llegado a insípidas intervenciones de legisladores incompetentes, producto de la decadencia de los partidos políticos, la falta de formación ideológica y el poco conocimiento del funcionamiento legislativo.

Además, muchos se declaran ‘independientes’, cuando les conviene, sin entender que legislar requiere consenso y debate, siempre con respeto y decencia, y que aquello es lo que los ciudadanos esperamos.

Un legislador representa a quienes lo eligieron, pero debe compartir con otros la visión del país, no puede limitarse a hacer propuestas triviales, como leyes para crear el día del fútbol, que simplemente llenan currículos.

La libertad del legislador, sea del partido que fuere o siendo independiente, consiste en mantener principios éticos y en no ceder a chantajes o presiones.

Ser independiente no es convertirse en demagogo ni proponer absurdos ridículos.

Cuando una bancada no logra cohesión para votar temas importantes, pierde su responsabilidad como representante.

Ojalá los líderes entiendan la necesidad de partidos ideológicos, democráticos y participativos, no empresas electorales, para acabar con la mediocridad actual.

¡No hay democracia sin verdaderos partidos políticos!

Mario Vargas Ochoa