A raíz de la muerte de Fernando Villavicencio pensé que nos habíamos quedado sin fiscalizadores, como lo fue en su tiempo Abdón Calderón Muñoz. Siempre han asesinado a los redentores. Fernando con frecuencia era invitado al medio digital ahora involucrado, para ampliar sus denuncias, pero a inicios de este año se distanciaron. Seguramente gracias a la ayuda norteamericana, otra persona de carácter similar, la fiscal Diana Salazar, emprendió la operación Metástasis, a sabiendas de que arriesga su vida y la de su familia, por los viles tentáculos que han tejido políticos, jueces, parte de la Policía y narcotraficantes. Muchas de las denuncias de Fernando se están comprobando. Ella cumple su deber, dando ejemplo a quienes por dinero o temor fallan a favor corruptos, narcos y tantos indeseables que se han tomado nuestra República. El presidente debe actuar con firmeza, sin tibiezas y apoyarla, pero ya. Declararse anticorrupto de vieja y nueva data y no pactar con ellos. Dotar de superprotección a la fiscal y empezar a peinar casa por casa, comenzando por los barrios más peligrosos de todas las provincias. Deportación a extranjeros delincuentes y prohibición total a que vayan dos o más en motos. Obligar a los motorizados a circular a menor velocidad que los autos. Si tienen que saturarse las cárceles, que se saturen, pero hay que reactivar la actividad comercial decreciente a causa de las extorsiones y la guerra entre narcos. La fiscal va alcanzando la talla del recordado Edmundo Durán Díaz. Felicitaciones. Que Dios la cuide y le dé sabiduría.

Jorge William Tigrero Quimí