Cartas | El control de la calidad y volúmenes de nuestros recursos hidráulicos

El MAG debe orientar su inversión a la construcción de sistemas de riego, más que en simple entrega de insumos

La gestión del agua, por ley, debe garantizar equilibrio entre población, producción agropecuaria, industria y conservación ambiental. Para eso es imprescindible la cooperación entre gobierno, comunidades y sector privado. Pero la conservación ambiental suele quedar relegada. Tenemos abundantes recursos hídricos por ubicación y diversidad natural, vitales para la economía, agricultura, energía y consumo humano, pero la falta de control y regulación, y la contaminación causada por la industria, agricultura, minería e hidrocarburos amenaza su sostenibilidad. Preocupa la supuesta contaminación del agua en Guayaquil, con la duda de si Senagua cuenta con estaciones hidrométricas que monitoreen caudales y calidad del agua en ríos y plantas potabilizadoras. Solo registros técnicos regulares podrían verificar la veracidad de las denuncias, pues los niveles de contaminación varían según la época del año. Para el agro el agua es esencial: más de 70 % del recurso dulce se destina a él. Pero el MAG carece de control sobre la planificación hídrica; ello limita la seguridad del pequeño productor. Tratar el agua solo como un bien de conservación y no como insumo productivo genera conflictos entre políticas ambientales y agrícolas. En 2008 una decisión política sustituyó al Inerhi por Senagua, debilitando la gestión hídrica nacional. La entidad perdió autonomía y funciones como la planificación del uso sostenible del agua. Hoy no existe regulación efectiva de concesiones ni control sobre calidad y cantidad del recurso. Urge reactivar la infraestructura hidráulica: presas, embalses, canales y sistemas de drenaje. Los embalses de Manabí y las obras de control de inundaciones en la cuenca del Guayas están en mal estado; las labores de limpieza y desazolve prácticamente han desaparecido. Cuando no se realizan mantenimientos, los ríos pierden capacidad de conducción y provocan inundaciones y pérdidas agrícolas y humanas. Por ello, la autoridad del agua debe volver al MAG, creando una subsecretaría de Gestión Hídrica Agrícola que lidere la planificación de riego, gestión de cuencas y control de infraestructura. El MAG debe orientar su inversión a la construcción de sistemas de riego, más que en simple entrega de insumos. Senagua podría así determinar técnicamente las fuentes de agua disponibles, garantizando soberanía alimentaria y desarrollo rural; y puede renacer dentro del MAG como una entidad útil y técnica.

Pedro Álava González