Cartas de lectores | Sus derechos terminan donde empiezan los míos

Me siento solidario con quienes sufren injusticia, pero ese reclamo debe ir a sus dirigentes

Esto establece la norma más elemental de convivencia en sociedad y rige para cualquier conglomerado humano. Un principio universal que debe ser aplicado y respetado por cualquier ser humano, pues garantiza que una sociedad sobreviva con todos sus componentes. No es posible que un grupo social se sienta con derecho a atropellar los derechos de los demás bajo ningún pretexto. No es aceptable que con el argumento de haber sido oprimidos por más de 500 años, utilicen esa condición para avasallar los derechos ajenos.

Tienen derecho a ser reivindicados, pero dentro de las normas sociales vigentes. En ningún país hay ciudadanos de primera o de segunda. Me siento solidario con quienes sufren injusticia, pero ese reclamo debe ir a sus dirigentes, que no han sabido conseguir esas reivindicaciones. No es correcto que sean esos mismos dirigentes quienes, con finalidad de mantener vivo el sentimiento de injusticia, los mantengan en esa situación para explotar la ira contenida.

Existe más culpa en quienes lideran las comunidades y no trabajan en erradicar la desnutrición crónica infantil, pues contribuyen a que muchos tengan poco o ningún razonamiento y sean presa fácil de arengas irracionales. No todos son así, pero existen otros que destilan odio, incitan al vandalismo y son manipulados por dirigentes interesados solo en su promoción personal.

La educación del sector indígena no debe ser confiada a dirigentes politizados; debe formar parte de la educación nacional, mientras que en las comunidades y familias se cultiven los valores que consideren adecuados, como ocurre en todos los niveles sociales de Ecuador. Debe enfatizarse en todo el sistema educativo el principio que se expresa en el título de esta carta: sus derechos terminan donde empiezan los míos. Si todos respetamos esto, se puede ejercer el derecho a la resistencia y a la protesta, pero nunca en detrimento de los derechos de los demás.

Si se sigue permitiendo que las protestas del sector indígena se hagan de manera agresiva, con vandalismo o extorsión, eso será aprovechado por la delincuencia, muchas veces aliada con dirigentes movidos por fines políticos o económicos, en perjuicio de las mayorías.

No a la protesta vandálica, abusiva o ilegítima. Sí a las verdaderamente reivindicatorias, sí a la protesta altiva y con altura, que respeta los derechos de los demás.

José M. Jalil Haas