Cartas de lectores | No más violencia
Es que esos niños habían sido enviados a las escuelas, y sus madres recibieron un bono para garantizar su alimentación
Una imagen publicada por diario Expreso, en la que se observa a un anciano pidiendo caridad para sobrevivir, ha traído a mi memoria dos proyectos gubernamentales del pasado que, sin duda, hicieron que muchos sintiéramos que quien nos gobernaba poseía, ante todo, una profunda calidad humana.
Esas acciones llevaron a los geriátricos de las ciudades ecuatorianas a muchos ancianos —hombres y mujeres— que, en situación de mendicidad, deambulaban por las calles. Los gastos fueron cubiertos por el gobierno de turno. ¿No es esta una muestra de solidaridad humana que, con urgencia, necesitamos recuperar hoy?
A estos hechos de justicia social debemos sumar aquellos que, de pronto, hicieron desaparecer a los numerosos niños que esperaban en las esquinas de las calles a que el semáforo cambiara para limpiar los parabrisas de los autos. Ellos buscaban su sustento. Es que esos niños habían sido enviados a las escuelas, y sus madres recibieron un bono para garantizar su alimentación. Hoy han regresado a las calles, y ya no sólo los niños, sino también adultos —hombres y mujeres— que sufren el dolor de pedir para poder alimentarse. No son vagos; bien sabemos que no hay trabajo.
Parecería que la ciudadanía se ha acostumbrado a ver estos cuadros de pobreza extrema como algo natural, como si fueran parte del paisaje urbano. No lo son. Reflejan las profundas necesidades y carencias económicas de amplios sectores de la población. Los niños no pueden educarse, y los jóvenes, incluso con títulos universitarios, no logran acceder a la práctica profesional para la que se prepararon, muchas veces con sacrificio.
En estos días, en que el Ecuador está sumido en graves y dolorosas situaciones de violencia estructural, se siguen oyendo voces de intransigencia y observando actos de represión contra quienes protestan con razón, en este caso, la población indígena del país. No serán las amenazas con más violencia, ni la celda, la bala o la muerte, las que traerán al país la tranquilidad y la paz que todos anhelamos.
Sí lo harán los proyectos y soluciones a los graves problemas que la inequidad y la injusticia social reclaman con urgencia, tal como lo inició el economista Rafael Correa Delgado.
No más violencia, por favor.
Rosa Lalama Campoverde