Cartas de lectores | Los políticos de nuestro país deben refundarse
Ojalá los políticos refunden sus pensamientos
Desde que se instauró la República del Ecuador, se conoce que los gobiernos se han caracterizado por una sucesión de hechos como la inestabilidad, dictaduras militares y civiles, y períodos democráticos; entre los cuales se pueden resaltar gobiernos buenos, medianos o malos, dependiendo de la óptica o posición política de quien hace el análisis. Más allá de ello, se reconocen grandes mandatarios que dejaron una huella, sobre todo por la acrisolada honradez con la que desarrollaron su actividad, hoy muy venida a menos.
Me considero un ciudadano común que jamás ha estado vinculado a ninguna agrupación política; sin embargo, he pasado por diferentes etapas en mi vida, especialmente durante mi época de estudiante universitario, cuando el romanticismo revolucionario se apoderaba de mi pensamiento. Luego, la persona va moldeando su personalidad y pensamiento, alejándose de posiciones políticas -de derecha, izquierda o sus múltiples denominaciones- que a veces ni los propios políticos entienden o justifican según las circunstancias, casi siempre lejos del pensamiento ciudadano.
A lo largo de nuestra vida republicana, particularmente en los últimos 30 años, los ciudadanos hemos sido víctimas de gobiernos que han gobernado de espaldas a la mayoría, caracterizados por actos de corrupción que tienen a muchos políticos presos, otros fugados y otros viviendo en la impunidad.
Sin duda, los políticos, con excepciones que confirman la regla, deben ser catalogados como un raro espécimen difícil de entender, pues suelen tener normas especiales y reglas distintas al resto de la población. Se consideran predestinados a dirigir el destino de millones y creen poder formar alianzas con sus adversarios en cuestión de horas, lo que ellos llaman pragmatismo, pero la ciudadanía denomina hipocresía.
Lo más grave es que cuando un político es procesado, se declara de inmediato perseguido político, pretendiendo ampararse en la impunidad. Esta situación debe terminar. La clase política debe entender que los ciudadanos somos los mandantes y ellos los mandatarios, y que deben gobernar en función de los intereses de la mayoría.
Ojalá los políticos refunden sus pensamientos y, al celebrar el nacimiento de Jesucristo, compartan su plan y perspectiva divina con humildad, compasión y oración, entendiendo los valores de Dios.
Jacinto Rivero Solórzano