Cartas de lectores: Los pacíficos
¡Qué pacíficas son tus marchas Conaie! Con edulcoradas amenazas de multas y castigos reclutas a tus hijos, quienes salen furiosos a quemar llantas, a talar árboles y a amontonar piedras para robar el derecho de transitar de los que necesitan trabajar.
Palos y piedras lanzas a policías y militares que buscan calmar a los desgobernados.
Obligas con apacibles amenazas a cerrar los locales de los que se ganan el pan de cada día con el sudor de sus frentes.
Con irascibles invectivas intimidas al pueblo, sometiéndolo a tus plácidas verborreas, carentes de propuestas.
Has convertido a tus seguidores en tontos útiles, de aquellos que se llenan los bolsillos con los risibles precios del diésel.
Fomentas la vagancia, aúpas a los que de la extorsión viven, promueves los robos callejeros, los daños a la propiedad privada, destruyes las llantas de los vehículos de los inocentes, incineras las estaciones de la Policía y quemas los autos y todo lo que se pueda destruir con tu incontrolable iracundia.
Con flemática necedad prefieres que se lleven el diésel los vecinos de otros países, los ricos y los narcos.
Ya están asomando sus narices los que a río revuelto quieren pescar en las asoladas carreteras serranas.
Todos quieren plata y, sin embargo, se oponen a la extracción del petróleo, a la minería legal, al turismo, a las labores empresariales y al trabajo honesto.
Desde el interior de las cárceles se despiertan los demonios para desenterrar sus armas de fuego y eliminar a sus enemigos, para sumarse a esta fiesta satánica del caos.
Adelante, Ecuador, que vas directo al abismo.
Las pailas hirvientes esperan con ansia a ciertos dirigentes, que prefirieron convertirse en amos del terror.
Gustavo Vela Ycaza